La escolaridad es una circunstancia de la urbe europea desde finales del siglo diecinueve. Primero en Francia y luego en los demás países los gobernantes decidieron que ningún barrio careciera de escuela según el conocido slogan de que los alumnos debían llegar a ella a pié. La escolaridad pública cubre barrios ricos y pobres y con ella convive, en algunos países y en alguna medida, la escolaridad de pago. Por ejemplo en el nivel primario apenas hay escuelas privadas en Europa. Los niños italianos, en el país donde tiene su central la principal suministradora de escolaridad privada, la Iglesia católica, van todos a la escuela primaria pública, entre otras razones porque ha disminuido drásticamente el número de frailes y monjas dedicados a la enseñanza. En la secundaria, en la técnica, en la universitaria ya hay más diversificación aunque la inversión pública en educación es preeminente.

Pero el principio pedagógico, acercar la escuela al hogar, que en las calles de la ciudad se mezclen niños y adultos, sigue siendo válido aunque es todo lo contrario de lo que ocurre entre nosotros. En España, por razones históricas, hay una desafectacción de suelo escolar privado desde el auge de la especulación inmobiliaria y la escolaridad privada en su totalidad y algunas públicas se han ido al suburbio. Ello genera el establecimiento de dos nuevas asignaturas obligatorias para los niños que, desde cada vez más pequeños, tienen que pasar un par de horas en autobús y comer en el colegio todos los días. Empieza a haber estudios que prueban las malas consecuencias para la salud del menor de ambas circunstancias. Es verdad que en muchos hogares no hay ya madres ni parientes para hacerles la comida al niño y que la ciudad tiene más peligros que antes, los coches, etc, para el pacífico deambular de los escolares. Pero el resultado es que la escolaridad urbana está siendo abandonada por la clase media y los retoños se acostumbran a una marginación social, a una guetificación clasista, que antes no ocurría.

El espacio escolar suburbano no favorece la integración ni siquiera la sociabilidad y muchos colegios nuevos de las grandes ciudades se parecen a los viejos internados a excepción de que los escolares duermen en su casa. Ese diseño escolar no tiene mucho arreglo hasta que España no entre en el modelo europeo y recomponga una escolaridad funcional al hogar, también en las grandes ciudades pero ello es incompatible con la política del Ministerio de Educación del Partido Popular que ha disminuido las inversiones en educación.