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Me pido el pactómetro

Seguro que en las sobremesas navideñas usted, como yo, también hubiera deseado tener a mano el pactómetro de Antonio García Ferreras. ¡Cómo no! Solo por esa invención La Sexta mereció, una vez más, ser la favorita en la noche electoral. Hay otras cadenas que gastan más dinero, tienen un plató más grande y hacen los gráficos más bonitos, pero en ninguna se ven las cosas tan claras. Esta vez la pantalla de La Sexta parecía la de Bloomberg TV, de tan llena de rótulos. Pero la información relevante estaba allí permanentemente y la calculadora de mayorías parlamentarias echaba humo, venga a sumar y restar incógnitas. Espero que antes de Reyes alguien comercialice el invento. Me pasa como a los niños. En cuanto empezó el presentador a jugar con el pactómetro en su tableta me salió de dentro un impulso irrefrenable: ¡Me lo pido!

Aparte de esta novedad tecnológica, hay que reconocer el mérito de Ferreras y Ana Pastor. Ser pareja en la vida real y en la pantalla no debe ser nada fácil y ellos lo sobrellevan a lo Mulder y Scully, los protagonistas de Expediente X. No lo digo porque buscan la verdad ahí fuera, sino por la pose de llamarse en antena el uno al otro por el apellido: Ferreras y Pastor. Muy profesional aunque un poco raro.

Si no fuera por los cánticos futboleros de «yo soy español, español, español» que escuchamos hace una semana en las sedes del PP y Ciudadanos, cualquiera hubiera dicho que electoralmente ya somos Italia. Ni con la ley D´Hondt hay manera de llevar el pactómetro a ninguna parte. Meses y meses de precampaña comparándonos con Venezuela, Grecia, Alemania o Finlandia, según para qué, y a la hora de la verdad nos ha salido una italianada.

BORGEN. Pero si hablamos en clave seriéfila, ahora toca volver los ojos hacia Dinamarca y Borgen. Esta ficción convierte en presidenta del gobierno danés a una candidata de un partido pequeño, que logra el tercer puesto en las elecciones con una gran subida de votos. Su habilidad, y las debilidades de los dos grandes partidos del país, la llevan al poder. Extrapolando a España, y salvando un montón de distancias, a quien mejor le encaja la metáfora es a Podemos. Siguiendo el guión de Borgen, resulta que el partido más votado es de derechas y es el que ha estado gobernando los últimos 4 años. Un escándalo salpica a su presidente, aunque él no abandona la política. Mientras, el gran partido de izquierdas sufre una crisis interna, echa a su líder y acaba apoyando un Gobierno de coalición liderado por el tercer partido más votado. Yo diría que esta es la próxima serie que Pablo Iglesias regalará a Felipe VI en cuanto lo vea.

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