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Al lejano oeste en el AVE

Ya anuncié hace cuatro o cinco semanas que la exposición «La ilusión del Lejano Oeste», que está en el Museo Thyssen Bornemisza hasta el 7 de febrero de 2017, bien se merece un folio. Vayan en el AVE. Es más rápido y cómodo que una bici.

Mi amado y lejano oeste del western está representado por objetos, pinturas, mapas, enseres del hogar, vestimentas (alguna la pueden plagiar los depredadores/as de tendencias, banales rostros pálidos de hoy) e imágenes de los pioneros de la fotografía. Como escribe Guillermo Solana, director artístico del museo, «primero fueron los descubridores y conquistadores españoles; después llegarían soldados y exploradores, colonos y vaqueros, bandidos y cazarrecompensas, fotógrafos y pintores».

El resultado final fue la desaparición de la cultura indígena. Es un fenómeno inherente al ser humano: la destrucción de lo anterior para alcanzar el progreso. Después, se viste de épica „fue épico el avance y el asentamiento de los colonos, en gran parte europeos„ y muy a menudo se borra que los nativos americanos sucumbieron como cultura y población. De todos modos, el moralismo progre se lo dejamos a los profesionales en esta materia.

Los primeros europeos que exploraron el actual territorio de Estados Unidos fueron españoles. Estuvieron allí durante más de tres siglos (1513-1822). Vicente de Zaldívar dibujó un bisonte en 1598. Sus trazos son elementales pero útiles como documento histórico. Y no denota la crueldad artística del pintor y negociante George Catlin. Le disparó a un búfalo («Búfalo moribundo», 1861), y mientras moría, dibujó su agonía.

La población de los bisontes había comenzado a descender desde 1830. No hay cálculos exactos, pero se estima que su número oscilaba entre los 20 y los 60 millones antes de que empezara su exterminio „y en paralelo, el de las diversas tribus indias. El bisonte era su principal fuente de vida: alimento, vestido, vivienda, armas, combustible y grasas. Búffalo Bill mató miles de búfalos, pagado por una compañía de ferrocarriles para alimentar a sus trabajadores. Acabó montando un espectáculo: «Buffalo Bill´s Wild West». Robert Altman rodó «Buffalo Bill y los indios» (1976), una comedia sobre su show original e itinerante de 1883. La película más dura sobre la aniquilación de los bisontes es «La última cacería» (1956), de Richard Brooks, y, sin duda, la primera en defender el equilibrio ecológico, razón por la cual siempre me ha dado risa «Bailando con lobos» (1990), ecologismo progre de Kevin Costner con 34 años de retraso.

De la fauna indígena se expone el cráneo de un bisonte y de otros animalitos: águila real, castor, oso, muflón, lobo, búho, cuervo y picapinos. Los objetos son muy variados, instructivos y coloristas (pinturas de guerra aparte, como las fotografías de George Catlin, verbigracia, el guerrero Danzante Veloz): «Piel de las grandes llanuras» (1869), «Tambor cuadrado de mano iakota» (1860-1870), «Vestido iakota» (1900-1923: hoy se podría vender en Zara), «Tocado» (anterior a 1869), «Maza comanche» (1850-1900), o un revólver Colt Navy (1851).

Todavía estamos en el Edén o esto nos sugieren los óleos sobre lienzo «Las Montañas Rocosas» (1863), de Albert Bierstadt; «Puesta de sol en Yosemite» (1863), del mismo autor; la impresionante „por la memoria del western„ «Atardecer en la pradera" (el trampero solitario bajo un cielo crepuscular); los fotocromos «Puerto Marshall, Colorado» (1899), «El Gran Cañón de Arizona» (1907) o «Señal de fuego apache» (1904), de Frederic Remington, de quien hay dos esculturas en bronce, «El trampero» (1903) y «La señal del búfalo» (1902).

Edward S. Curtis, autor de unas 40.000 fotografías («fue retratista de la alta sociedad de Seattle», según el comisario Miguel Ángel Blanco), capta maravillosamente a varios jefes indios: Joseph, Nez Percé o al anciano apache chiricahua Gerónimo (1898).

En fin, que «el Oeste tiene su épica y su elegía». (Guillermo Solana).

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