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El repertorio

Una de las cosas que más me han llenado de orgullo, tras enviarme el redactor jefe a hacer la crítica de Raphael el primer verano que trabajé, fue poder llevar a mi madre „¡ay, la prensa!„ a que disfrutara en una buena localidad de su cantante favorito por primera vez en la vida como prólogo a la cantidad de veces que después ha ido a verlo. Mis hermanas, ya sin privilegios que valgan, la acompañaron el mes pasado a que disfrutara del espectáculo sinfónico que ahora pasea y del que su admiradora me hablaba con veneración haciendo hincapié en que el mozo estuvo tres horas sobre el escenario. Yo mismo me tropecé haciendo zapping con una teuve movie, creo, de la que pillé la escena en la que acababa de conocer a Natalia Figueroa y la familia lo interrogaba en Linares sobre si la aristócrata sabía hacer algo en la cocina.

En el ciclo de la irrupción en el panorama patrio de lo nuevo, 2015 ha sido el año del cantante que lleva más de medio siglo rememorando Yo soy aquél y debe ser el que dice porque ni los modernos dejan de entronizarlo. A partir de ahí, ya tenemos pocas certezas sobre quiénes son y qué representan el resto de artistas empezando por la paisana del hombre de moda, la presidenta andaluza. Con la que hay liada se mire por donde se mire, el argumento de su discurso se basa en que «para mí lo importante es España y, para mí, lo importante es Andalucía», estribillo que no para de entonar una vez tras otra sin más letra de acompañamiento ante lo cual debo reconocer que, a la hora de elegir, me llega bastante más el del Tamborilero.

Menudo año nos espera porque el que se ha ido lo despidió Rajoy bailando otro de los ritmos más populares del gran triunfador del momento que ha dado origen a una peli y todo. Sí, ahí estaba el presi moviéndose en la pista a los acordes de Mi gran noche. De ilusión también se vive.

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