El procedimiento para designar al presidente del Gobierno está regulado en el artículo 99 de la Constitución: transcurridos dos meses a partir de la primera votación de investidura, si ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el rey disolverá las Cámaras y convocará nuevas elecciones. He ahí la situacion de impasse, en este caso doble, si tenemos en cuenta los tempos para la previsible convocatoria de nuevas elecciones en Cataluña. Es decir, partiendo del 27S, saltaríamos al 20D, continuaríamos con el cercano 6M catalán para completar finalmente el itinerario en torno al 12 de mayo, con nuevas elecciones generales, a no ser que la evolución del resultado de la partida de ida catalana hiciera innecesaria la de vuelta en campo nacional.

Voilà. Es el perfecto escenario Zugzwang descrito en ajedrez. Ante la obligación de mover ficha, cualquier movimiento supone empeorar la situación y perder la partida. Si Cataluña pierde el peón (Mas) por ahogado da lugar a tablas y si el turno es de moradas/negras, las blancas esteladas pierden la partida (CUP). Ahora bien, si el juego en los dos tableros de la partida simultánea es el que se espera, el rey podría diferir el movimiento de ficha para la primera investidura después del 6M, con los resultados de la partida catalana terminada y las posiciones numéricas de las cuatro principales piezas del tablero perfectamente identificadas ante la casilla de salida nacional electoral.

Todo lo cual serviría para que la táctica ajedrecística de torres (PSOE), alfiles (PP) y peones (C´s), debidamente enrocados frente a los caballos (Podemos), neutralizaran la última posición antiestratégica del rey: convocatoria de nueva partida. Sobre tablero desconocido.