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Contando los ochenta

Ya no sé si Cuéntame envejece mal o soy yo quien sobrelleva peor una serie sobre un pasado cada vez más cercano y conocido. No pasan mal los años para Imanol Arias y Ana Duato, ni tampoco para la abuela Herminia en la piel de María Galiana. Pero los nuevos capítulos aterrizan en 1984 y me parece más desdibujado el retrato costumbrista. Eso y la barba poblada que gasta ahora el niño Carlitos, un detalle cruel que a algunos espectadores nos envejece en el sofá.

Tras tantas aventuras, los Alcántara han vuelto a las esencias matrimoniales en el barrio, a las apreturas económicas y a las desventuras de la clase media media. Incluso ha vuelto la primera actriz que puso cara a la hija mayor, fenómeno digno de Iker Jiménez. Aunque, eso sí, ahora hay monopatines por la calle, algún punk y mucha chaqueta de cuero, suena Alaska en la radio y el videoclub alquila pelis picantes. Cómo no encargarle a un viejo rockero la enésima sintonía de la serie: Miguel Ríos es quien nos pregunta cantando esta temporada si hemos conocido la felicidad. Ahora ya sabemos que en aquel 1984 de Felipe González no se acabó el mundo ni se cumplió la amenaza distópica de George Orwell. La amenaza de Gran Hermano tardó unos cuantos años y llegó en forma de programa televisivo. Pero esa ya es otra historia

Vamos para los 300 capítulos y no ha cambiado, afortunadamente, la magnífica voz de Carlos Hipólito como narrador. Y entre las nuevas incorporaciones, el mismísimo Antonio Resines, que con su bigote encaja de maravilla en cualquier año de la cristiandad. Para completar la oda al costumbrismo ni siquiera faltó a la cita el padre de familia brindándonos un «¡coño, Merche!» por los viejos tiempos.

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