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Bajo sospecha

Esta comparación puede resultar cruelmente odiosa pero me temo que la segunda temporada de Bajo sospecha va a emular a True detective en algo: empeorar mucho respecto a la primera. En aquella entrega al menos funcionaba el planteamiento inicial de suspense, mientras que la credibilidad de la ficción de Antena 3 se desmorona ahora desde el arranque, con dos policías infiltrados en un hospital y uno de ellos enviado por Francia, ni más ni menos. Yon González no está para que le dejen todo el protagonismo y ha cambiado a Blanca Romero por un nuevo compañero con quien jugar a los opuestos en el licencioso guión.

Lo peor del caso es ver a Lluís Homar en un papel muy por debajo de sus posibilidades, de nuevo en la piel del comisario bueno desbordado por la lista creciente de sospechosos. La serie se ha empeñado en rememorar el éxito de Gran hotel a base de repetir el reparto, incorporando también a la gran Concha Velasco en el mismo papel que ya tenía en aquel establecimiento de lujo: la gobernanta. ¿Qué en los hospitales no hay gobernantas? Pues que lo parezca aunque tenga que ser la directora. No hace falta que enreden demasiado la trama. Con este planteamiento ya imaginamos que el nudo será un ovillo gordiano.

REAPARICIÓN. El título de la serie de Antena 3 sirve también para hablar de la reaparición televisiva de Francisco Camps, con tantas sombras posándose sobre su gestión al frente de la Generalitat. Y con la que está cayendo, el expresidente ha optado por acudir a 13 TV a hablar de su libro. El también jurista no va a la cadena arzobispal a por la absolución ni a reivindicarse, sino a explicar el sistema electoral que ha desarrollado. No tuvo bastante con reformar el estatuto de autonomía con aquella cláusula Camps para no ser menos que nadie. Ahora quiere representación directa y formar gobiernos a la norteamericana, con todo para el ganador, como en el póquer.

Años después de la exclusiva en la revista Telva, era de esperar algo más en La marimorena, que así se llama el programa que ha sacado a Camps de su retiro mediático. Pero el presentador Carlos Cuesta no se salió del guión pactado: hablar de la reforma electoral defendida por el miembro del Consell Jurídic Consultiu. Un cara a cara que no continuó con el resto de contertulios. Recordemos que en sus buenos tiempos de president Camps ya prefería desayunar con los periodistas madrileños en el Palau de la Generalitat antes que someterse a sus preguntas en un plató. Seguro que no soy el único espectador que echó en falta un poco de tertulia y otra vuelta de tuerca a aquel trabalenguas de los tres tristes trajes.

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