A raíz de los últimos acontecimientos político delictivos cometidos a mansalva por el PP (hay que reconocerles el hábito de la grandeza: en términos festivos, lo suyo ha sido un «evento» y en términos de accidente de la naturaleza o de la mecánica, una «catástrofe» de la que se está por calibrar la «magnitud de la tragedia»), Ximo Puig, como un Viriato caudillo lusitano, ha dicho: «El Consell va a trabajar para recuperar el orgullo de los valencianos» y «levantar la hipoteca reputacional de la Comunitat». No es por joder (que posiblemente un poquito también), pero no. Quiero decir que no estoy de acuerdo.

En primer lugar, comete el mismo error que criticamos cuando, allende las marcas de nuestras fronteras, hablan de «la corrupción valenciana»; no sólo es una generalización precipitada, sino equivocada: la corrupción es del PP (y ya que estoy quisquilloso, ni siquiera del PP, sino de un montón de gente del PP). Así que quien tiene que levantarse el orgullo son los populares: unos buenos ejercicios espirituales para ayudarles a discernir entre el pecado y los actos virtuosos, y unas sesiones de terapia para repararles el orgullo maltrecho y la puta reputación que vendieron a tan buen precio. Los demás, quiero decir la parte de los valencianos restante, amortizados los presuntos implicados, estamos cabreados y muy mucho cabreados, pero el orgullo (sea eso lo que sea) y la autoestima (sea lo que sea eso) la tenemos en su sitio: al fondo a la derecha, según van saliendo las noticias del horno: incorrupta y en vitrina.

En fin, iba a decir algo más en segundo lugar, pero se me olvidó. De cualquier modo, Ximo, no te pongas lírico como el políticamente extinto Camps: eso de que «somos buena gente, trabajadora, honesta, emprendedora, creativa y capaz», yo te diría que como todos y no más que todos, incluso no todos y como en todas partes. Póngase, si no, un ejemplo en contra. Y ya sé que lo dices por animar el cotarro, pero es que a algunos nos dicen que nos van a «levantar la hipoteca reputacional» y se nos pone la patria morcillona.

(Hablando de orgullos: de esa mujer que llegó a disputarle el protagonismo a la Mare de Déu en cuanta procesión se le puso a tiro; que les robó todos los primeros planos a las falleras en el balcón del ayuntamiento; que vestía de rojo encendido no fuera a pasar desapercibida; que ocupó primera fila en todo cotarro y habló como una cotorra a la menor ocasión... en fin, digo de esa mujer, tenemos que aguantarle ahora su desaparición, su ignorancia exculpatoria, su yo no he sido y, en el colmo del patetismo para quien vivía exhibiéndose, unas imágenes robadas y furtivas, asomándose a la ventana, abducida y tras un visillo. Al menos, podría estar a la altura del pedestal que se construyó).