El PP valenciano debería tener futuro. Pero es difícil en este momento predecir cuál, con quién y en qué tiempos. Hay que ser honestos. La situación del PPCV es catastrófica. Hoy es un partido arrasado por la corrupción y lastrado por el descrédito público en el seno de la sociedad valenciana, con toda razón.

El PPCV ha arruinado su periplo de gestión democrática en la Generalitat Valenciana y en múltiples ayuntamientos y las diputaciones provinciales a base de presuntos delitos de blanqueo, cohecho, malversación de fondos, falsedad documental, financiación irregular del partido, etcétera. Esto, naturalmente, se paga y la purga es durísima y severa. La sociedad valenciana está harta de sinvergüenzas y gran parte del PPCV también: sus militantes honestos, sus cargos públicos honrados y gran parte de su electorado que mengua día a día y se queda huérfano de una importantísima referencia de la democracia valenciana: su centroderecha.

Algunos, entre los que me encuentro, perdimos la batalla en el interior del partido hace tiempo. Somos esos mayores que en su día quisimos un PPCV profundamente democrático, liberal, valenciano y valencianista. Un PPCV comprometido con la sociedad civil valenciana y con nuestra historia, lengua y cultura. Hicimos lo que pudimos en las instituciones valencianas de las que formamos parte. Y en el Congreso hasta donde nos dejaron. Fracasamos. El PPCV no fue eso, fue otra cosa. Y el mal „porque es un mal para la vertebración global de la Comunitat Valenciana„ viene de lejos: de nuestra transición política, la valenciana, a la democracia.

Los jóvenes que hoy quieren dirigir el PPCV no creo que sepan de qué estoy hablando, ni lo conocen, ni les importa. Creen ser la regeneración, la renovación, y no lo son: son los hijos políticos de sus referentes partidarios y éstos están todos fuera de juego de modo definitivo. Como lo estarán ellos en un tiempo que presumo breve. No digo que no les asistan las mejores intenciones. Pero son hijos de un tiempo muerto y así no pueden revivir ni hacer renacer nada de sus cenizas finales. Yo lo siento y lo lamento. Pero nada quiero. Nada tengo ya que ganar ni perder en política, pero quiero expresar mi pensamiento y mis ideas, como he hecho toda mi vida, con nítida claridad y compromiso.

La sociedad valenciana precisa un centroderecha como el descrito anteriormente si queremos ser una comunidad, un país, una nacionalidad „lo que ustedes quieran„ que tenga plena autonomía, financiación justa y eficaces instituciones de autogobierno. Es decir, una Generalitat viable, digna, politicamente solvente y valencianamente culta.

No sólo hay que hablar de regenerar o refundar el PPCV. No me gusta la idea de cambiar su nombre. No. Es el PPCV. Y forma parte de un proyecto nacional llamado Partido Popular. Ahora bien, no seré yo, que vengo abogando por ello desde los años 90, quien no defienda el que el PP valenciano tenga autonomía suficiente respecto al nacional en todo lo que afecte a su funcionamiento y, sobre todo, a sus decisiones valencianas. Lo mismo que he deseado toda mi vida para el PSPV o para el resto de partidos valencianos.

Pero primero hay que limpiar la casa. Y lo que es más importarte: volver a ganar la confianza, el prestigio y la valoración de la sociedad valenciana. De toda ella, no solo de los sectores conservadores que, por cierto, también la han perdido, con razón. No basta pedir perdón a la sociedad valenciana por el desafuero. Hay que conjugar el verbo dimitir. Y hacerlo efectivo. Para dejar paso, con tiempo, paciencia y una caña a nuevas gentes, o a no tan nuevas, que puedan ayudar a reorganizar un proyecto hoy inexistente. Hay que construir, de nuevo, la derecha valenciana que pudo ser. Y aquella que el PP hizo imposible que fuera.