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Como los payos

En el fondo el reality televisivo no hace distinciones de etnia, credo, raza o religión. Ni siquiera cuando pone el foco en los gitanos, como en Los gipsy kings. A primera vista parece que el programa de Cuatro ahonda en estereotipos y prejuicios, sí, pero ¿y si fuera, en realidad, todo lo contrario? Podría resultar la prueba de que ya se han roto todas las barreras entre payos y gitanos a mayor gloria del share. Permítanme explicarme.

Los gitanos de Los gipsy kings son exhibicionistas de sus vidas ante la cámara. Exactamente igual que los protagonistas de cientos de programas. Como los habitantes de la casa de Gran Hermano y de todas las demás que ha inventado la llamada tele realidad. Como las Kardashian, los Ousbourne, Paris Hilton, Alaska y Mario y no sé cuánta gente más de todo tipo y condición en todo el mundo. Los gipsy kings podría perfectamente grabarse pasado mañana convocando al casting a familias con ganas de fama televisiva, sin el requisito de ser gitanos, y llamarse Los reyes del barrio. ¿Son diferentes estos personajes que los de Mujeres y Hombres y Viceversa o GH Vip? En el fondo no. También a ellos se les somete a la burla cuando muestran incultura y alguien es incapaz de decir pancarta, como si fuera un trabalenguas. Hay que oír a algunos de los aspirantes de Un príncipe para tres princesas para hacer odiosas comparaciones y certificar por qué se prestan a ese juego y no al de Saber y ganar, por ejemplo. Lógico que a las asociaciones gitanas no les guste la imagen que se transmite del colectivo porque no ayuda a la deseada integración. Pero reconozcamos que la tele no hace distinciones entre sus personajes de reality y el show devora a sus hijos.

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