Libertad e igualdad son palabras mayores y tienen una plasticidad que se ajusta a casi todas las circunstancias. Uno puede pensar lo que le dé la gana sobre la nueva política de becas universitarias que propone el Consell, pero que desde las universidades privadas afirmen que la medida atenta «contra la igualdad de oportunidades» (sic) y «la libertad de elección» (sic) es extender la plasticidad del lenguaje al ámbito de la antinomia, el oxímoron y la perplejidad. No te digo ya si le añades lo de la «nacionalización» de la enseñanza: pies quietos y alto ahí.

Muchos días después, Rita Barberá convocó un corro Manolo o rueda de prensa para airear urbi et orbe su inocencia. Pudiera ser cierto, aunque se haya producido un corrimiento lingüístico desde la «responsabilidad» a la «no culpabilidad». En este caso, ahora, en lugar de acudir al Tribunal Supremo para que no la condenen por corrupción, debería presentarse ante algún tribunal del Vaticano para que la proclamen incorrupta: tiene mérito, con perfiles milagrosos, que haya mantenido su pureza en un piélago de derroches automovilísticos, un oceáno de edores depuradores, un mar de sobrecostes feriales y otros desgobiernos, siendo el caput del corpus delicti. En cualquier caso, si Esperanza Aguirre dimitió un poquito por aquello de in diligendo et in vigilando, nada le costaría a Rita dimitir otro poquito por aquello de in eundo ibi (pasaba por allí) y in agnoscendo (a mí que me registren). (Nota: tengo todos los latines oxidados: probablemente nada signifique lo que parece, ¡en el supuesto de que sea latín!). Sic eat (¡sea así!).

Asistí de «corpore in diferido» al evento de Francisco Camps, el corro Manolo de la semana (¡qué!) pasada. Francamente, Frank, que diría Richard Ford, a uno (yo) que no es muy normal y que en algunas cosas entra en lo subnormal y en otras en lo anormal rozando lo paranormal, a uno, digo, le gustaría decirte que eres muy raro Francisco. Que todo sea para bien.

Esta madrugada han vuelto a «fallar» los Oscar. Seguro que no se lo han dado a Carol (Todd Haynes y Cate Blanchett): una película en la que todo funciona. Me gusta la de Iñárritu, pero desde el minuto uno me dieron ganas imperiosas de afeitarme y darme un baño, como a otros les da por invadir Polonia escuchando a Wagner.

No se por qué, pero dicen que los ciudadanos cuando votan no se equivocan nunca. En cuanto acto de la voluntad es cierto: uno vota lo que quiere y puede querer cualquier cosa: no es un error de la razón querer o enamorarse de un transportista de pescado congelado. Entonces, sigo con el razonamiento, si se volvieran a repetir las elecciones (¿por qué sería un fracaso o algo malo?) podrían ocurrir dos cosas: que los resultados fueran idénticos o diferentes. De lo primero, se sigue la confirmación de la premisa; de lo segundo, se sigue que los electores sí se equivocan cuando votan o que aciertan siempre voten lo que voten. Como quien, tras un divorcio, se enamora de su segunda esposa. O esposo.