Por muchos problemas que tengamos como sociedad, ninguno es tan urgente ni tan importante como la desigualdad entre mujeres y hombres. La desigualdad es el caldo de cultivo de la violencia de género y con setenta asesinatos encima de la mesa todos los años, no hay equidistancias que valgan. Cualquier intento de minimizar la magnitud y trascendencia que tiene la violencia para las mujeres y por lo tanto, para toda la sociedad, es, además de un ejercicio canalla, un esfuerzo inútil.

No podemos hablar de democracia si las mujeres no tienen derechos plenos de ciudadanía y éstos todavía no están conseguidos. Ni la escasa protección que tienen las mujeres víctimas ni las políticas de prevención contra la violencia de género aseguran esos derechos. Como tampoco lo hacen la precariedad en el mercado laboral, las tasas de desempleo, la brecha salarial y la brecha en las pensiones, disparada al 39 por ciento.

Sin la paridad que asegure la misma representación de mujeres y hombres en los órganos de decisión, sin una Constitución que contemple un verdadero pacto de género y sin un reparto equilibrado del tiempo de cuidados, nuestra democracia está en precario.

«Siempre contra el machismo» es mi grito este 8 de marzo. Día festivo y reivindicativo, ambas cosas al mismo tiempo. Hoy es día de celebrar los éxitos conseguidos y también de poner en el corazón de las agendas la igualdad. Es un día para volver a recordar que la igualdad sustantiva consiste en convertir la igualdad nominal de nuestras leyes en una igualdad real. Para alcanzarla, hay que actuar en tres esferas interrelacionadas: corregir la situación socioeconómica en la que la última legislatura de Rajoy ha colocado a las mujeres, luchar contra los estereotipos machistas y todas las manifestaciones de violencia de género y trabajar por el fortalecimiento de la representatividad y la participación de las mujeres.

Un trabajo arduo el que aún tenemos por delante el objetivo de que la igualdad quede fijada en las prioridades políticas y sociales no solo hoy, sino todos los días del año.

En un momento político trascendental en el que la mayoría social ha votado por un cambio, por un gobierno de progreso y reformista, que haga realidad esa «nueva política» que está en boca de todos, es el momento de asegurar ese pacto de género que de una vez por todas, acabe con ciudadanos de primera y ciudadanas de segunda categoría.

Es el momento de los hechos, de acabar con las palabras vacías y los discursos políticamente correctos. Es el momento de construir, entre todos, entre todas, una sociedad decente que no deje a nadie en las orillas, que no permita que ser mujer sea un factor de riesgo para ser violentada, excluida, relegada o directamente expulsada. No es un eslogan, sin mujeres no hay democracia.

*Consellera de Sanitat Universal i Salut Pública; Secretaria de Igualdad PSOE