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Ética y hética

¿Cuántos tomos ocupa ya el sumario de la Gürtel? ¿Y el de los ERE? ¿Y el de la Púnica? Muchos más que los que tenía la vieja enciclopedia Espasa, ya descatalogada, pobre.

De súbito, todos los partidos políticos tienen un código ético con el que nos catequizan desde la mañana hasta la noche. Imagino el código ético como un cuadernillo escrito deprisa y corriendo, con escasa sintaxis y ninguna sindéresis. Un código ético de urgencia y de diez o quince páginas, cosidas con grapa, con las que pretenden enfrentarse a los millones de folios de los sumarios judiciales en los que chapotean las formaciones clásicas. ¿Cuántos tomos ocupa ya el sumario de la Gürtel? ¿Y el de los ERE? ¿Y el de la Púnica? Muchos más que los que tenía la vieja enciclopedia Espasa, ya descatalogada, pobre. Dan lástima esos catecismos rudimentarios, que caben en el bolsillo de atrás del vaquero y que vienen a ser como el intento de curar una enfermedad terminal a base de aspirinas. País difícil, que diría López Madrid y corroboraría el rey.

El otro día, en la tele, vi cómo una representante del PSOE y otra del PP se daban mutuamente en la cabeza con sus respectivos códigos. Sin hacerse daño, claro, pues ya se ha dicho que son más delgados que el folleto de instrucciones del parchís y están escritos en un solo idioma. Estas dos representantes iniciaron la discusión con el famoso «y tú más» y se deslizaron, sin darse cuenta al «y tú menos». Increíblemente, cada una acabó presumiendo de mayor corrupción que la otra. Eso sí, la expresión «código ético» (nada menos que dos esdrújulas) iba y venía sin parar de un extremo de la pantalla al otro. Se les llenaba la boca de código ético, como el que, para aturdirse, repite una letanía sin caer en su significado. Ora pro nobis.

Al poco, se manifestó en el mismo programa Pedro Sánchez, que tiene de secretario general del partido, en Galicia, a un sujeto imputado por diez delitos, diez, cada uno más grave que el otro. Dijo que no pasaba nada, pues su código ético tenía prevista estas situaciones y que se cumplirían los tiempos. Lo dijo con tal ligereza y aplomo, que yo mismo, por un momento, pensé que la situación era del todo normal. Pero no, era un desatino. No había manera de justificarla. Significa que los códigos éticos de los que hablan tanto últimamente son en realidad «códigos héticos». Lo que pasa es que la hache es muda y no la oímos.

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