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La regeneración social

A firma Javier Gomá, en la entrevista que le realizó recientemente Manuel Hidalgo, que en España no hubo, durante siglos, modernidad e ilustración - salvados los esfuerzos realizados desde finales del XVIII por las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País - lo que explica que los esfuerzos realizados por la denostada, según algunos, Transición, llegaran muy tarde. Gomá, publicó en 2009, «Ejemplaridad pública», concepto que se extendió con profusión por los medios de comunicación, pues considera que hubo una falta de respuesta en los principios democráticos acuñados entonces. Éstos consideraban que el respeto a la Ley era condición suficiente para el establecimiento de una sociedad justa, y, también, que la vida privada de cada cual era independiente de su repercusión social, principios ambos, hoy cuestionados.

En el primero de los casos una conducta puede ser conforme a ley pero reprobable si con ella el actor se ha beneficiado de los privilegios propios de su condición social, mientras que en el segundo la vida privada no omite la responsabilidad que corresponde a su actuación pública - no se habla aquí del derecho a la intimidad - pues ello ejerce una influencia determinante en el comportamiento global de la sociedad que todos conformamos. Y de ahí el concepto de ejemplaridad pública que Javier Gomá difunde con éxito. La ejemplaridad es independiente de la legalidad de una conducta y de que ésta se lleve a cabo, o no, en el ámbito de la esfera privada o pública. Será ejemplar, o no, si resulta conforme a comportamientos éticos, y, como tales, instructivos socialmente.

Todo lo cual, supone un reto para quienes evocan, evocamos, la necesidad de la ejemplaridad pública, cual la de aquellos «Maestros antiguos», que recordaba Thomas Bernhard, o, más próxima a nosotros la de aquellos maestros de la 2ª República española que buscaron la ilustración a través de la cultura y el logro de la modernización social a través de la educación. Sólo responsabilizándonos personalmente en el empeño, sin excusar nuestras debilidades trasladando al ajeno las que nos son propias, se podrá recuperar el tiempo perdido en la regeneración social, que, si en el pasado fue de siglos, en la actualidad resulta urgente, y compete a cada cual remediar, pues la minoría selecta que según el análisis «orteguiano» debiera llevar a cabo la transformación, hoy, con los nuevos tiempos, debe resultar sustituida por una selecta mayoría de ciudadanos dispuesta al cambio social.

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