Ni las más fértiles fantasías de los partidarios de entender el mundo como un ovillo de conspiraciones se hubieran atrevido a decir lo que Robert Fisk (The Independent) en sus crónicas: que hay algo muy oscuro en la falta de entusiasmo de los líderes occidentales por la reconquista de Palmira, la reina del desierto, arrebatada a los fanáticos del luto y la degollación, que, vaya casualidad, unos días después han recuperado terreno en Alepo. Se quiere aplastar al Estado Islámico, pero no mucho, solo un poco: algo así como pisarle un juanete al violador de tu hermana. Por si hicieran falta. Lo que permitan Turquía y Arabia Saudí (la madre, siempre preñada, de todos los majaderos). A condición de que no se vuelvan demasiado fuertes los iraníes, los sirios, los rusos, los kurdos?
