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«Reunión bilateral» en el papel de «hombres de negro»

Hoy es el día después de dos hitos, el medio año de gobierno en funciones y el de la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF) que dio el pistoletazo de salida a inevitables recortes en doce Comunidades Autónomas (CCAA) y muy especialmente en la Generalitat Valenciana (GV) bajo la formula de «reuniones bilaterales».

Las metáforas periodísticas no deben ocultar la realidad. Mandar los «hombres de negro» a un Estado intervenido equivale a que toda decisión de su gobierno debe contar con el visto bueno de personas venidas de fuera de sus fronteras con el objetivo que los dineros que se han prestado puedan ser devueltos en algún momento. En el caso de las CCAA el termino mediático para distinguir los trajes de estos hombres es la de «reunión bilateral». Ya que el recorte del déficit es inevitable para los valencianos, que somos quienes peor estamos y ante la falta de solidaridad del resto de CCAA, mejor que estos encuentros sean «bilaterales» ya que para soportarlo necesitamos, una «discriminación positiva» que hasta ahora ha ido en sentido contrario. Algo no funciona bien, cuando incluso una agencia de calificación como Standard & Poor´s apunta que las diferencias en el déficit entre las CCAA ponen de relieve el diferente compromiso en la consolidación fiscal de los gobiernos regionales, más allá de las diferencias en los ingresos relativos.

Hace un año Rajoy decidió alegremente que había margen para bajar impuestos y devolver pagas extraordinarias. Con algunas excepciones (Galicia mantiene vigente un recorte de nóminas de hasta un 7%) la mayoría de CCAA, entre ellas el Consell de Fabra, se creyeron el relato pensando en clave electoral; se doparon ante una mejora de la coyuntura que proyectaron desde su punto más alto hacia el futuro.

Convencidos que gobernar consiste en confundir aquello que a uno le gusta con lo que racionalmente puede pasar, hoy vivimos un recorte presupuestario tan salvaje como previsible. Escribe el profesor Alfred Pastor «si alguien nos avisa educadamente desde Bruselas, se le suelta un chascarrillo para salir del paso, que de eso se trata. Porque el argumento de fondo, decisivo, irrebatible, es que cuando se descubra el pastel (marzo del 2016) ya habremos ganado las elecciones (diciembre del 2015). Pero esta vez la apuesta ha salido mal, porque ni el resultado electoral ni, por descontado, las cifras del déficit son lo que esperábamos. ¡Qué le vamos a hacer!».

La onda expansiva de esta forma de gobernar es poco menos que letal. El Consell, surgido de las elecciones de mayo, también confundió deseos con realidades en el Botànic. Llegó con la única doctrina de la reivindicación frente al gobierno central que rápidamente se transmutó en pura descalificación. Una escalada verbal que nuestro conseller el viernes incremento con Montoro, en su cabeza supuesto gran responsable de todo: «No tiene nivel de estadista». «Está absolutamente fuera de la realidad». Menos mal que el discurso del president del mismo viernes tuvo mas altura: «De una vez por todas, hay que afrontar la viabilidad financiera de las comunidades autónomas (CCAA) algo que en muchos casos es actualmente una quimera. El Gobierno tiene pendientes y obligadas dos tareas. La primera, convocar la conferencia de presidentes para fijar con el Gobierno la respuesta al ajuste que reclama Europa. La segunda, iniciar de inmediato y con carácter urgente los trabajos para la revisión del sistema de financiación, un debate que debe llevar aparejado la transición a un modelo federal del Estado». Un mensaje que cabe pensar también iba dirigido a aquellos que se postulan para encabezar un futuro gobierno. Si vamos a tener a Montoro en funciones durante meses, es razonable aspirar a unas «reuniones bilaterales» lo menos histéricas posible.

Si el lector consigue controlar tanto sus legítimos sentimientos nacionalistas del signo que sean aceptará que el CPFF del viernes oficializó la cuasiliquidación de Estado de las Autonomías, tal como hasta ahora lo hemos vivido. Aunque no esté presente en ninguna de las innumerables ruedas de prensa y tertulias vacuas de estos meses de sede vacante, una evidencia ha surgido en la mayoría de CCAA responsables de la sanidad, la educación y los servicios sociales de los españoles. A lo largo de 2015 se beneficiaron de la reducción en casi 3.500 millones de euros del gasto en intereses como resultado de la mejora de las condiciones financieras del FLA y del Fondo de Proveedores, sin embargo los déficits autonómicos no bajaron lo que cabía esperar.

Es cierto que una parte se debe a una debilidad «técnica» de los ingresos del sistema de financiación resultado de la inercia de las entregas a cuenta de años malos y también que hay algunas partidas atípicas de gasto en principio no recurrente como la partida de la hepatitis C, las interminables facturas de otros años, multas, etc. Sin embargo el déficit subyacente duplica el objetivo de estabilidad y, lo que es peor, las ligeras mejoras de los saldos de las CCAA de los últimos ejercicios provienen principalmente de una reducción de las partidas de inversión que están en niveles históricamente mínimos. Una situación que no podrá mantenerse por mucho tiempo sin que comiencen a afectar negativamente a la calidad de los servicios públicos. Una vez pagadas la nómina y las facturas de gastos corrientes, ningún euro ha quedado para mantener colegios o para pensar en nuevos ambulatorios. Las «reuniones bilaterales» se producen para asumir que una vez paradas las inversiones, ahora las CCAA están abocadas a la contención de las partidas de gasto corriente.

Por mucho que los gobiernos de las CCAA se acojan a líneas rojas o a frases acuñadas del tipo «Que diga Montoro qué pacientes se quedan sin hospital o qué niños se quedan sin colegio» alguien tendrá que tomar decisiones desagradables. Gobernar en las CCAA va a ser algo más que revindicar, sin aclarar de donde procederán los recursos. Incluso aquellos que dijeron que el modelo de financiación ya no les interesaba, ahora usan el péndulo como el independentista Oriol Junqueras, conseller de Hacienda catalán: «Es urgente contar lo antes posible con un nuevo modelo de financiación que permita a las CCAA en general, y a Cataluña en particular, cumplir los objetivos de estabilidad presupuestaria garantizando a la vez la provisión de servicios básicos a la ciudadanía». Por fin una reflexión calmada previa a su correspondiente «reunión bilateral». Todo mas razonable que recibir unos hombres de negro de fuera de las fronteras.

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