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Es la política... estúpido

Nada hay más político e ideológico que la enseñanza. De hecho, debe ser el centro del debate político, por supuesto. Pero para conseguir de una vez por todas el ansiado pacto de Estado

Se quejaba amargamente el conseller de Educación, Vicent Marzà, de la politización de la concentración de los colegios católicos concertados el pasado domingo en Valencia contra el nuevo reparto del mapa escolar. Y acusaba directamente al PP de utilizarla para su precampaña electoral. Pues claro... qué esperaba. Lo mismo que Compromís, por poner un ejemplo, se aprovechaba, cuando gobernaba el Partido Popular, de las movilizaciones de la escuela pública o de Escola Valenciana. Parafraseando al cébre asesor de Bill Clinton en su campaña de 1992, «es la política... estúpido», dicho sea sin ánimo de ofender.

Aunque lo mismo cabría decirle a la vocinglera Isabel Bonig cuando intenta arrogarse la representatividad de «la sociedad civil» (y volvemos con la matraca) y critica la actitud de la nueva Administración autonómica. Seguramente, olvidando cómo su partido ha privilegiado a lo largo de sus lustros de gobierno a ese sector confesional de la enseñanza y cómo desde el Ejecutivo ha impuesto a sangre y fuego, contra un rechazo generalizado en el sector educativo, la auténtica contrarreforma que supone la Lomce.

Se equivocan quienes piden despolitizar la educación. Porque nada hay más político e ideológico que la enseñanza. De hecho, debe ser el centro del debate político, por supuesto. Pero no para emplearla como habitualmente, como arma arrojadiza de unos contra otros, sino para conseguir de una vez por todas el ansiado pacto de Estado que a punto estuvo de sacar adelante el último ministro socialista del ramo, Ángel Gabilondo, y que acabó frustrando el PP de nuevo por intereses electoralistas.

De donde sí habría que sacarla es del reparto como negocio con que demasiados la ven avariciosamente. Aunque, claro, ahí precisamente chocamos con algunas „y no menores„ de las premisas ideológicas que obstaculizan un acuerdo. Al final, en realidad, volvemos al parecer a la fórmula original del citado asesor del expresidente estadounidense: «Es la economía... estúpido».

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