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Tejido productivo

Cuando yo era un niño, compraba horchata de carrito, vino a granel y aceitunas de orza de barro o porcelana. Había entonces casi trescientas destilerías, sólo en tierras valencianas, y una de las pocas que sobreviven está en Bellreguard y tiene casi cien años y una tienda en Gandia, con tanta solera como sus alambiques, aunque la familia proceda de Banyeres e infusione -lo dicen con orgullo - «herbes de la Mariola». Ahora tienen una plantación experimental de caña para trabajar el ron. A veces pienso que casi toda la legislación sanitaria, a menudo absurda y laberíntica, tenía un solo objeto (no declarado), o mejor dos: concentrar la producción en pocas manos y reducir la autonomía personal. Pero lo que no me mata, me hace más fuerte (Nietzsche).

Esta destilería se mantiene porque como dice el jefe -Salvador Ferri- «cuando ganas una peseta, inviertes dos». Y en efecto se ve como, a partir de piezas periféricas de la fábrica, van avanzando el acero inoxidable y los techos modulares. Otra clave es diversificar productos, un licor de nube y otro de fresa y tequila, embotellar por encargo (un ron con etiqueta del Comandante Fidel, como lo oyen) o mantener tratos con Estados Unidos, pero también con Nigeria: tocar de todo, como una orquestina de baile. La fábrica conserva su viejo despacho de licores, con las garrafas y botas a la vista, pero algún día abrirán el museo y, como aperitivo, Mariela (hay otra chica, Rosabel) me enseña su fabulosa colección de viejas etiquetas, de diseño inocente y provocador.

Las etiquetas de ahora se imprimen, por cierto, en Sueca. «Nuestros trabajadores no son intercambiables, sino el mayor de nuestros capitales», me dice Salvador Ferri mientras comemos boquerones, gambitas (con allioli de wasabi) y rape y esperamos la cazuela de arroz con bacalao que nos han preparado en el Bar Cames, según la receta de una encantadora vecina de noventa años que vendía especias. El vino, del Priorat, lleva el nombre de un sendero de largo recorrido, que la vida es demasiado corta para desperdiciarla con un mal vino. Esto sí es tejido productivo.

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