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Otra campaña televisada

La televisión está siendo la principal protagonista de esta campaña. Como lo fue, también, de la anterior. No en vano, es la televisión la principal responsable de que los partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, se dieran a conocer entre el electorado, pudieran difundir su discurso y, en fin, se constituyeran en alternativa. Una alternativa catódica, centrada en las audiencias de televisión, como sucedáneo válido del debate parlamentario (en el que Podemos y Ciudadanos no participaron en la legislatura 2011-2015, y apenas en que hemos vivido en los primeros meses de 2016), y refrendada, primero, por las encuestas y, después, por los resultados electorales.

La televisión impone sus propias reglas, y entre ellas está ofrecer al público un espectáculo entretenido, que conecte con la audiencia. Por razones que, personalmente, se me escapan, eso implica, a su vez, establecer modelos de tertulia en la mayoría de las televisiones que están guiados por el griterío perenne y las interrupciones constantes, que impiden profundizar o debatir sobre prácticamente nada. También implica desarrollar formatos novedosos, acercamientos no convencionales a la política: infoentretenimiento que permita ver a los dirigentes políticos en situaciones alejadas de lo habitual.

Por ejemplo, entrevistas de niños a los políticos, o de familias-tipo españolas; o entrevistas y reportajes en tono distendido y cercano (donde la presentadora de Antena 3 Susanna Griso habría tomado, en la práctica, el «exigente» testigo de Bertín Osborne). Mi preferida, la entrevista a Rajoy en 13TV, donde el presidente del Gobierno reivindicó uno de sus principales placeres: la lectura diaria del diario Marca. Rajoy, afirmó, lee y seguirá leyendo el Marca, porque este es un país libre y nadie tiene que decirle a él con qué entretenerse. Esta campaña electoral, combinada con la Eurocopa, se le hará, así, más llevadera de lo habitual al líder del PP, aunque tuviera que perderse partidazos como el Bélgica-Italia para participar en el debate del pasado lunes.

Por último, y por supuesto, la campaña nos ha ofrecido debates electorales, aunque menos que en diciembre. Un primer debate en el programa de La Sexta Salvados entre Rivera e Iglesias, que certificó que se habían acabado los buenos propósitos de la primera edición del mismo, en octubre, y nos deparó momentos como las menciones de Rivera a China y Maduro, y las posteriores declaraciones del diputado de Ciudadanos Juan Carlos Girauta, echándole la culpa del pobre papel de Rivera al moderador y a su malvado afán por quitar el aire acondicionado.

También hemos tenido un surrealista «debate de mujeres» en Antena 3, no por el contenido del debate en sí, sino por el planteamiento de «hoy debaten las chicas» que ofreció la cadena. Me quedé con el nerviosismo atávico de Andrea Levy (PP) y el antológico final de la representante del PSOE, Margarita Robles, que vino a decir algo así: yo, que llevo décadas en la cumbre del poder judicial, he descendido hasta aquí, al servicio a los ciudadanos, por mi compromiso con lo público. Hagan como yo: luchen (que el candidato se ponga a sí mismo como modelo a seguir parece algo poco habitual).

Por último, y principalmente, el ya mencionado debate a cuatro en el que, por fin, participó Rajoy. Un debate cuyo formato esclerotizado (agravado por una pésima realización) no contribuyó a clarificar nada, salvo que el PSOE y su candidato, Pedro Sánchez, están desubicados y no saben cómo responder al asalto de Unidos Podemos a su posición de referente de la izquierda. Las menciones de Sánchez a cómo Iglesias no apoyó a su «Gobierno de progreso», que también apoyaba Ciudadanos y podría haber apoyado el PP perfectamente, resultaron reiterativas e incluso ridículas. Sánchez salió debilitado del debate y los demás, más o menos, se fueron como llegaron. Rajoy incluido.

Se detecta un claro cansancio del electorado, que son también los telespectadores, marcado tanto por las audiencias (sensiblemente menores que las registradas en la campaña de diciembre), como en una oferta televisivo-electoral menos intensa y, también, más dispersa y excéntrica. En diciembre nos sorprendió Bertín y sus entrevistas; ahora, entre los niños y Susanna Griso, Bertín sería uno más. El ciclo político, tan intenso como prolongado desde hace dos años, tal vez llegue a una conclusión (una investidura) tras el 26J, y no sólo porque los resultados sean más claros que en diciembre: sino por puro agotamiento. Un escenario en el que, como ustedes ya habrán adivinado, Mariano Rajoy, todo resistencia apática, tiene mucho que ganar.

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