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Egoísmos

Hay una forma de negociar que consiste en sumarse a la negociación de un tratado en el que no se cree demasiado para debilitar desde dentro su alcance en provecho propio.

Es una táctica a la que ha ocurrido en más de una ocasión, por ejemplo, Estados Unidos, y es lo que hicieron también los británicos cuando decidieron adherirse al club europeo.

Lo hicieron sin demasiado entusiasmo pero con la clara intención de adaptarlo a sus intereses, poniendo todo tipo de obstáculos a los avances que buscaban otros en materia de integración política, económica o militar de sus miembros.

A Londres, la Unión Europea le interesó sólo desde el primer momento casi exclusivamente como espacio de libre comercio que facilitaría enormemente sus exportaciones tanto de mercancías como de servicios, en especial los financieros.

De ahí que fueran en su momento también los británicos, junto a los alemanes, los mayores partidarios de ampliar cuanto antes la UE a los países del Este de Europa.

Y ahora vemos cómo algunos de esos países parecen seguir el ejemplo británico y entienden la solidaridad sólo como la obtención del máximo provecho sin apenas ofrecer nada a cambio.

Y así nos encontramos, por un lado, con el poco edificante espectáculo de un Reino Unido que se niega a dar incluso a los inmigrantes del espacio común los mismos derechos que a los trabajadores nacionales.

Y, por otro, a países receptores de todo tipo de ayudas al desarrollo de la UE que, como los húngaros o los eslovacos, no están dispuestos a mostrar la solidaridad con los refugiados que les reclama Berlín.

La obtención del máximo beneficio sin ofrecer prácticamente nada a cambio es pues lo que parece haber movido desde el primer momento a unos y otros.

De ahí la capital importancia de que los países fundadores de la UE dejen cuanto antes claras las cosas y no permitan que, una vez decidido el Brexit, el Reino Unido siga jugando con todos, dando largas a su salida.

La previsible tentación del Gobierno de Londres es conseguir mientras tanto de Bruselas el máximo posible de concesiones para gozar de parecidas ventajas que si el país siguiera estando dentro.

Sería un tremendo precedente que animaría a todos aquellos que nunca han creído demasiado en la UE a seguir el ejemplo británico. La UE debe reformarse en profundidad, pero ése no es el camino.

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