Leo con sobrio interés todo lo que puedo sobre el resultado del 26J, en cualquier medio, desde Facebook a los sesudas editoriales. Cierto, es difícil resistir el pesar, el fastidio. La crisis es eso, una catástrofe comunicativa. La disparidad de diagnósticos es tan sorprendente que no hace sino aumentar la desorientación. Pero hay situaciones tan evidentes que no merecen un análisis pormenorizado. 600.000 votantes del PSOE y C´s se pasaron al PP. Eso es todo. Con efecto D´Hont incluido, son sus 17 diputados. Sólo queda por explicar la abstención de los votantes de Podemos. Así que lo único importante eran las manifestaciones de Iglesias tras la reunión con sus socios. La manera en que un joven partido asume su primer contrapié es un elemento decisivo de su historia, y revela su alma más que su mejor victoria. Tenía interés por saber cómo se manifestaría el alma de Podemos.

Llevó su tiempo. Hubo alguna escaramuza que acusaba del traspié al pacto con IU, que era lo mismo que echarle la culpa a Iglesias. Contraatacaron los que apreciaban que se debía a una campaña desmovilizadora, lo que era lo mismo que echarle la culpa a Errejón. Era un doble movimiento injusto, porque no se hacía cargo de la complejidad de un proceso. Por supuesto estaban aquéllos que afirmaron que el motivo eran las decisiones de Vistalegre, y los que decretaron que todo se debía al abandono de la calle, de las asambleas y de la movilización. Sin embargo, Podemos ya había culminado esa etapa en el 20D y recibió un voto entusiasta. Así que lo que ha inducido a quedarse en casa a muchos votantes sucedió después del 20D. Antes de esa fecha, se mantenía el entusiasmo.

No. La clave de la abstención estaba en lo que ocurrió entre el 20D y el 26J, y creo que de todo lo que ocurrió entre esas fechas lo más decisivo y determinante fue esto: que Rajoy seguía siendo presidente. Este es el contexto en el que todo lo demás tiene sentido. El hecho de que Rajoy llegara como presidente al 26J era ya una derrota de las fuerzas que se le oponían y, por eso, las tres fuerzas fueron castigadas de una manera u otra. Que el electorado de Podemos es sólido se demostró en que una parte se quedó en casa, y no aumentó otras opciones. El voto de Podemos es exclusivo y rechaza el sistema de los partidos tradicionales con C´s. Su opción es votar a Podemos o no votar. Sin duda, repetir elecciones en condiciones de inestabilidad siempre da una prima a la fuerza que representa la estabilidad. En este sentido, el electorado se orientó hacia Rajoy castigando a las fuerzas que se habían demostrado impotentes para sacarlo del Gobierno.

Sin embargo, los votantes de Podemos no por eso culpabilizaron a Iglesias de esta incapacidad. Claro que muchos, como es mi caso, quedaron extrañados del discurso de Iglesias reclamando la vicepresidencia; sin duda, todavía nos quedamos más perplejos con el asunto de la cal viva. Pero la verdad es que el acuerdo cerrado de Sánchez y Rivera, cuando no había empezado el proceso negociador con la formación morada, descolocó a Podemos. Ese desconcierto fue más relevante que las intervenciones desabridas de Iglesias, inspiradas en la lógica de la hegemonía, quien por lo demás estuvo contenido y sereno con posterioridad. En fin, los votantes de Podemos culpabilizaron a C´s y PSOE de que Rajoy siguiera de presidente y por eso no ha primado el pacto que hicieron los dos partidos. Comprendieron que ese pacto no estaba diseñado principalmente para echar a Rajoy, sino para neutralizar a Podemos y excluirlo realmente del protagonismo de los cambios necesarios. Por eso ninguno de los dos partidos ha obtenido un beneficio de ese pacto. Ni Rivera ni Sánchez supieron entender que abrir el tiempo de las reformas necesitaba algo así como un gobierno provisional, y cerraron su acuerdo con un trágala a Podemos que lo anulaba. Pero resultaba contrario a todo realismo político excluir de las reformas al partido que las había puesto encima de la mesa y había hecho de esa exigencia la agenda del país.

A pesar de todo, yo argumenté a favor de asumir ese pacto injusto con plena conciencia de su injusticia. Primero destruía el obstáculo más duro „como se ha demostrado„ ante cualquier reforma, que es el PP de Rajoy; segundo, porque creo en la capacidad de las gentes de Podemos de conectar con demandas populares, y pensaba que en esas condiciones de volatilidad política el juego parlamentario era la mejor plataforma para crecer, obtener fidelidad y confiabilidad política; tercero, porque con esa sensación de victorias parciales se infundía ánimos a la ciudadanía, a la que se libraba de un espectáculo indigno. Así que algo ha debido quedar claro en muchos votantes. Aquel pacto injusto ha mantenido a Rajoy en el poder y los dos partidos firmantes lo han pagado. Ahora bien, si esto es así, ¿por qué no mantener la fidelidad a Podemos y acudir en masa a votar? ¿Por qué no entusiasmó la idea de la dirección de Podemos, que era invertir las cifras y ofrecer al PSOE un pacto que no pudiera rechazar, dejando al PP y a C´s en la oposición? ¿Por qué ese horizonte mereció la respuesta de la abstención?

Aquí disiento de la dirección de Podemos, aunque comparta su análisis de no culpabilizar a unos elementos del partido y de superar esa lamentable ocurrencia de las malas hierbas de Echenique. El miedo no deja en casa. El miedo hace que acudamos a votar a quien ofrece protección a cambio de obediencia, Rajoy. El brexit, en este sentido, favoreció al PP, pero la gente de Podemos no se quedó en casa por miedo. Si algo se sabía entre los votantes de Podemos es que el acuerdo de gobierno ofrecido al PSOE daría confianza a los mercados, a Europa y a los agentes económicos. La generosidad que anunciaba Iglesias dejaba ver que el PSOE tendría más fuerza gubernamental que electoral. La oferta estaba hecha para desactivar el miedo a una aventura. Esa era una opción sin riesgos apreciables y a los votantes de Podemos no tenía por qué darle miedo, como no se lo dio el 20D.

Lo que deja a la gente en casa es no ver una oferta convincente, clara o viable. Y esto es lo que realmente pasó. El miedo vota en positivo y apoya a la opción estabilizadora. Ahora bien, la razón por la que muchos votantes reales de Podemos e IU se quedaran en casa es porque no creyeron que el PSOE entrara en un pacto con Podemos. Lo visto en los seis meses anteriores no dejaba abierta esta opción. La comprensión profunda del electorado de Podemos es que el PSOE no apoyaría un gobierno donde estuviera Podemos, y eso es lo que desanimó a muchos votantes: se alcanzara o no el sorpaso, nada cambiaría. Tras el fracaso de las fuerzas del cambio sólo había una puerta: alguna forma de la gran coalición. Y como ese era el camino, se reforzó al partido que puede imponerla. Ahí es donde entra el posible efecto del brexit. Concentró en el PP el voto del miedo y estabilizó el voto del PSOE, impidiendo, como hasta entonces, que más votantes del PSOE optaran por Podemos. En todo caso, Iglesias tiene razón en que el pueblo español no entregará la Jefatura del Gobierno a quien no tenga experiencia parlamentaria. Pero eso no es miedo, sino prudente realismo democrático. Con sus 70 diputados, Unidos Podemos tiene toda una vida por delante para ganarse la confianza de la mayoría de los votantes. Y sólo lo conseguirá con el ritmo lento propio de las democracias maduras.