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Infelicidad total

Nos tiene dicho Bertrand Russell que una de las grandes fuentes de infelicidad es revisar una decisión. En España, más castizamente, decimos «a lo hecho, pecho». Podemos revisa su decisión de pactar con Izquierda Unida. Reino Unido revisa su decisión de abandonar la Unión Europea. El PSOE revisa qué hacer respecto a Rajoy. O sea, todo es de una infelicidad mayúscula. El errejonismo se abstiene de decir «os lo dije» pero se les nota en la mirada lo que piensa. Tanto es así que a la primera reunión de la dirección del partido, Errejón llegó con gafas de sol muy oscuras. O se metió una juerga la noche anterior o no quiere que le lean en la mirada el «lo veis, si es que no teníamos que haber pactado».

En Inglaterra Boris Johnson es traicionado por Grove, que a su vez parece estar a punto e ser traicionado también. El líder del ultra UKIP, Nigel Farage, dimite después de haberse pasado la campaña diciendo mentiras. Una de ellas (Gran Bretaña manda cada semana millones de euros a la UE que revertiríamos en nuestra sanidad) fue desmentida por él mismo al día siguiente del referéndum en una de esas entrevistas bordes que hace la BBC a los políticos petulantes y a los otros. La consulta no fue vinculante. La cláusula para activar la salida efectiva de Europa no se activa. Acabarán quedándose, dicen ya algunos analistas. Farage ha dicho que él ya ha hecho su parte, su trabajo. Bueno, no está mal. Se limpia un poco la política inglesa de xenófobos, si bien es una vana iusión pensar que no lo va a sustituir alguien quizás más fanático que él.

En el PSOE, Pedro Sánchez sopesa retrasar aún más el congreso de su partido. Este hombre sólo sabe ganar tiempo. Pero lo gana muy bien. El PSOE va perdiendo elecciones y él va ganando tiempo. El caso es que se consolida, no así su partido, muerto a fuer de las deslealtades que asoman por el Sur. Hay socialistas infelices por no poder formar un gobierno de izquierdas que mande al PP a la oposición y a Rajoy a Pontevedra. Hay socialistas infelices por que prefieren la abstención y dejar a Rajoy en la Moncloa pero saben qué puede conllevar eso. Tal vez todos necesiten unas vacaciones. Incluido nosotros, que ya tenemos apalabradas fecha y destino. Pero, claro, está la tentación de revisar esa decisión. De tomar de repente otro rumbo, otro avión, en otro tiempo. A lo que no estamos dispuestos es a cambiar de compañía. Humana, no aérea.

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