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Soñé con «mi carro»

Soñé, a menudo sueño, que la canción Mi carro de Manolo Escobar tenía algo que ver con una cuestión de identidad, pero no lograba saber cuál y si esa cuestión estaba relacionada conmigo, pero al despertar, como esas canciones que tarareamos sin darnos cuenta, incluso a pesar de detestarlas, la inquietud seguía hurgando en mi cerebro. Pensé que la letra „o los fragmentos de ella que pudiera aflorar„ podía darme pistas. Veamos: «Mi carro me lo robaron/ estando de romería/ mi carro me lo robaron/ anoche cuando dormía». Aquí hay una estampa como de caballistas, muy sureña, demasiado para mi gusto, yo siempre he sido peregrino de la fiel infantería. Y el modus operandi no me dice mucho.

El fenómeno de las canciones parásitas que se adueñan de un fragmento de nuestro entendimiento sin que la voluntad sea capaz de frenarlas es muy poderoso y enigmático, el neurólogo Oliver Sacks lo estudió. Y es una cosa muy del verano, de la canción del verano en concreto. Creo que la canción del verano es muy identitaria (y generacional), podría cantar todas las de Luis Aguilé y Georgie Dann. Probé con otra cuarteta: «Donde quiera que esté/ mi carro es mío/ porque en el me crié/ allá en el río». Eso tenía que ver más conmigo: yo me crié con los pies hundidos en la carnalidad milenaria de los limos del Xúquer, pero tampoco veía la relación. El escritor Javier Pérez Andújar ha publicado un Diccionario enciclopédico de la vieja escuela donde se demuestra que la familia que más nos dura la constituyen los recuerdos y que con una palabra clave basta para descubrir de qué quinta eres.

Entonces me acordé de que Mi carro era la canción que sonaba en una discoteca de mariquitas de Atenas donde, hace muchos años, al abrir la puerta, vi a tres o cuatro mil clientes que bailaban como bantúes en la fiesta de la lluvia, la pista de baile acribillada por los cromatismos de la bola de espejos y los trallazos de las luces estroboscópicas (el Chikilicuatre también triunfaba en Mikonos). No he dado con ninguna clave de la identidad, pero, tal vez, me he inventado un juego de verano. O el himno nacional de Sodoma.

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