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El espacio político a la valenciana

Las sucesivas agrupaciones electorales que se han producido en el ámbito de la izquierda valenciana no han dejado ver en toda su claridad un fenómeno político de importantes consideraciones sísmicas en nuestro universo ideológico. Me refiero a la consolidación como fuerza parlamentaria, y por ende de gobierno, del nacionalismo valenciano, tras un larguísimo periodo predicando por el desierto electoral. Coautor principal del último tramo de la transición democrática, cuando hasta los comunistas valencianos se lanzaron a la construcción del País Valencià -Cal dir€ 1977-78-, contra todo pronóstico el nacionalismo no consiguió rendimientos políticos en el espacio autonómico durante más de dos décadas. No lo logró a pesar de su hegemonía en amplias franjas culturales y en buena parte de la universidad. Tanto fue así que hasta las elecciones de 2011, no hubo diputados autonómicos nacionalistas, y ello tras siete comicios en blanco, desde la UPV de Doro Balaguer al Bloc de Pere Mayor, salvo en 1987, cuando entraron de matute el propio Mayor y Aureli Ferrando en les Corts gracias a su alianza con la Esquerra Unida de Albert Taberner.

Cierto es que no todo en la política valenciana ha de referirse al hemiciclo del antiguo Palacio de los Borja. El Bloc, y sus antecesores, ha palpado mucha política municipal, primero en las comarcas de la Marina -llegó a tener alcaldes en Dènia y Ondara, entre otras localidades-, y más tarde en la provincia de Castellón. En ese ir y venir por los gobiernos locales, los nacionalistas se curtieron en multitud de pactos y estrategias, incluyendo acuerdos en muchos pueblos castellonenses con el PP, donde la cuestión idiomática no genera tantas pasiones encontradas.

Pero tampoco hizo falta mucha realpolitik para consumar la moderación del principal partido nacionalista valenciano. Como en el resto de ámbitos políticos, el pragmatismo había ido dejando atrás viejos axiomas. «El País Valencià será d´esquerres o no será», había pontificado en su momento Joan Fuster, quien por lo demás aceptó de buen grado el amable tratamiento que siempre le dispensó el Partido Socialista, que todavía a día de hoy no ha renunciado a su componente nacionalista light en sus propias siglas, PSPV.

De la mano de Mayor, el Bloc en efecto se hizo realista y aliado tanto del poderoso partido del norte, Convergència i Unió, como del PP castellonense, pero ni aún así. Vino también la renuncia teórica als Països Catalans, vibrantemente acometida por Quico Mira -Sobre la nació dels valencians-, el alejamiento de ultraortodoxos como Josep Guia y hasta las escisiones de Esquerra Republicana. No fue, sin embargo, hasta la creación de la confluencia con la facción nacionalista de Esquerra i País bajo la férula de su cerebro político, Pasqual Mollà, que no se produciría el gran avance. Mollà se lleva en la mochila a dos personajes singulares que resultarán trascendentes: Joan Ribó -a quien la vida le dio una segunda gran oportunidad- y Mónica Oltra, un valor en bruto que terminará por sorprender a propios y extraños. Con ellos y los viejos rockeros del Bloc nació Compromís, y con tal plataforma, el éxito.

Por primera vez sobrepasan el temido abismo del 5% y entran en les Corts en 2011 con cierto empuje, mejorando tales circunstancias en las europeas de 2014. Ese periodo coincide con el paulatino descenso a los infiernos del PP y la hibernación del PSOE, el momento en el que emerge Oltra organizando una oposición tan dura como llamativa gracias a sus hiperbólicas camisetas y su fulgurante verbo. Todo el mundo confirma el liderazgo de la joven diputada desde el pequeño partido agrupado con los nacionalistas. Compromís, en las elecciones de 2015 da la campanada, sobrepasa los 450.000 votos y el 18%... Ribó consigue la alcaldía y Mónica la vicepresidencia de la Generalitat, apenas a 50.000 papeletas de los socialistas, es decir, del liderazgo que puede dar una presidencia del Consell.

Hasta ese momento, una historia, desde entonces, otra distinta. Autoconvencida de su tirón personal, Oltra lleva a cabo una política de moderación en las cuestiones identitarias y, al tiempo, se suma al proyecto español más radical en lo político llevando a Compromís hasta la alianza con Podemos, y a partir de ahí, con sus antiguos camaradas de Esquerra Unida -las vueltas que da la vida-. Pero ese proyecto parece haber tocado techo. No hay más expansión posible. No hay un nuevo salto social hacia delante. Y la vicepresidenta arremete contra el electorado por su regreso al refugio conservador. Los datos son reveladores: la suma de Compromís y Podemos en las generales de diciembre de 2015 era ya 60.000 votos menor que lo obtenido por ambos separados en las autonómicas de mayo anterior, y la nueva suma de Compromís, Podemos y EU en junio de 2016 ha supuesto 127.000 votos menos que la suma de éstos seis meses antes€

Nuevo tiempo. El Bloc, que ha vivido un congreso en el que apenas se ha hablado de cuestiones de fondo en una especie de compás de espera, se divide entre quienes siguen creyendo en la estrella fulgurante de Mónica Oltra y quienes piensan que, ahora sí, ha llegado el momento de crear el espacio político valenciano, propio y de obediencia exclusivamente valenciana. Pero existen opiniones que, precisamente, entienden que la consolidación de ese espacio ya no pasa por abrirse más y más hacia la izquierda, ni desde luego por las tesis independentistas. Antes al contrario, seguir con la moderación identitaria, tendiendo puentes para la pacificación lingüística en la línea de la AVL, e incluso frenar los proyectos educativos basados en la inmersión, podrían hacer factible que el Bloc atrajese a núcleos desperdigados del antiguo valencianismo blavero que ni el PP ni Ciudadanos consiguen reagrupar. Empresarios del más alto nivel, dirigentes profesionales y menestralía diversa estarían dispuestos a coadyuvar en ese proyecto de defensa de los intereses valencianos. Por primera vez en 40 años, dicen, se dan las circunstancias objetivas. Lo cual, todavía, está muy lejos de ser verosímil y, sobre todo, lejísimos de un hipotético apoyo compromitista, por activa o por pasiva, a la investidura de Rajoy ni siquiera a cambio de un buen paquete de medidas favorables a la Comunidad Valenciana.

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