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Manifiesta vecindad

Nuestros vecinos son franceses. Completan ciclos vacacionales porque donde residen es en Niza. Suelen desayunar al aire libre, más que risueños. La mañana siguiente al nuevo sinsentido no ofrecieron señales de vida. O no estaban o, dando igual que estuviesen, solo emergía de la vivienda un potente silencio. El choque era mayor porque en esta ocasión el número 2 se ha trastocado en una crèche con un contingente nada despreciable de nietos e infantes a tutiplén. En los prolegómenos de la final de París, la chavalería entonó canciones dirigidas a nuestro sector y, como Dios me puso en este mundo para picar a los congéneres, respondí al grito de «¡Purtugal, Purtugal!», lo cual llenaba de excitación a la estancia blue. El resultado final hizo que cada uno se refugiara en sus posiciones sin alardes de ningún tipo.

Pero la vida no es un juego y tiende a trastocar esquemas. Pese a estar más viajados que los baúles de la Piquer, la incursión de nuestros pimpollos „treintañeros, eso sí„ por el sur galo hasta recalar en la capital de la Costa Azul para ver las dos victorias a la postre del combinado nacional, me llenó de tal zozobra que, cada vez que recibía algún mensaje, lo celebraba como un verdadero triunfo. La visión el 14 de julio del Paseo de los Ingleses que tantas veces atravesaron conmocionó a ambos. Contemplarlo, con la gente en desbandada dibujando expresiones de horror al poco de haber disfrutado de una sesión de fuegos, situaba dramáticamente en no pocos lugares de nuestro litoral.

La vecindad de un aliado tan culto, soberbio, exquisito e ilustrado ha hecho que nos crezcamos a lo largo de la historia y que mantegamos un buen caudal de pelusa. Oyendo La marsellesa, como para no tenérsela. Su hoja colonial, que nadie puede ocultar, ha dado paso a monstruos del pensamiento más lúcido. Camus, poseedor de una buena gama de atributos, alertó de los peligros: «Nada es más despreciable que el respeto basado en el miedo». Es como se interpreta algún texto sagrado, que no hay manera de comprenderlo.

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