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Ritmos de Cullera

Los telediarios funcionan al ritmo de las clases medias y los chapuzones y atascos de estas gentes, sus cuitas con la toalla y la tumbona, más la lucha a brazo partido por la primera línea de playa, adquieren sustancia de noticia. Salvo que los otomanos se líen con los tanques, haya fuego cruzado entre negros y policías en Misisipi y los camiones frigoríficos laminen a los paseantes de Niza, truculentas acometidas que arruinan el ambiente del balneario, otro día les hablo de tambores de guerra, pero ahora, no, que en Cullera tenemos patrullas mixtas de policía con maderos y flics juntos. Si tengo alguna duda con la abigarrada conjugación francesa, le preguntaré a monsieur le gendarme.

Salvo que, como anuncian turbios augures, se hunda un par de bancos italianos y el Deutsche Bank que, como su nombre indica, es germano y enorme, la recuperación es un hecho: no hay más que ver la cantidad de sillas, sofás, televisores y sillones que se abandonan junto al contenedor hasta que pasa el camión municipal. Renovación de ajuar, pero no hay nadie que tire una estantería, con lo bien que me vendría, hombre. «No te pongas a pitujear que te pueden reconocer y no está bien que todo un columnista del Levante-EMV se ponga a revolver en los trastos», me dice mi hermana. Pues Picasso se recorría medio París para conseguir los Gitanes cinco céntimos más baratos.

La clase media no murió, que la mataron. Los jóvenes indigentes ya son verdaderos especialistas en disimular su condición según las lecciones recibidas y por ello en los años del ladrillo triunfal y la cocina tecnoemocional, despreciaban el apartamento en Cullera que papá levantó con el sudor de su frente (que es el nombre bíblico de las pelotas). Ahora quizás lo encuentren chic en un descenso a la realidad pues veo, en el paseo y en Ale-hop, niños y adolescentes que desflecan sus tejanos más arriba del arranque del culo. Por lo demás, he visitado la bassa de Sant Llorenç, casi seca, con las carpas muertas de lado, como si durmieran, y mucha volatería, pese a todo. Anuncian 40 grados: que pasen.

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