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España se rompe ... ¡si no mando yo!

Tras las elecciones generales de diciembre, el PSOE tenía posibilidades reales de obtener una investidura. Pero éstas no pasaban por el pacto con Ciudadanos que finalmente se produjo (y que fracasó), sino más bien por una alianza con Podemos e Izquierda Unida con la que sumarían 161 diputados. Habrían hecho falta quince diputados más, que podían obtenerse merced a los apoyos de los partidos nacionalistas. Pero ahí fue Pedro Sánchez (o quienes en el PSOE tomaran dicha decisión) el que dijo no, atribuyéndose una línea roja clarísima: no pactar con partidos independentistas. Una línea roja que podría parecer evidente, sobre todo para cubrirse de posibles críticas, particularmente agresivas, de la derecha española y sus adláteres mediáticos.

Hasta que se han repetido las elecciones y es el PP el que necesita apoyos para alcanzar la investidura. Y en muy poco tiempo, lo que parecía imposible se está haciendo realidad: el PP negocia con los nacionalistas, catalanes y vascos. Alcanza acuerdos (bajo mano, pero acuerdos) para concederle grupo parlamentario a CDC, o un puesto en la Mesa del Senado al PNV. Por no hablar de las inminentes elecciones vascas, en donde el PNV puede encontrar un duro rival en Podemos. La formación morada podría quedar segunda, según las encuestas, y tal vez estaría en condiciones de alcanzar una mayoría de gobierno con Bildu. El PNV necesitaría, para contrarrestar, el apoyo del PSE€ y también, muy posiblemente, del PP.

El fin de fiesta, por ahora, ha sido la aparición de diez votos misteriosos, pero muy probablemente provenientes de CDC y PNV, que han otorgado al PP la vicepresidencia tercera de la Mesa del Congreso; además de la presidencia, a manos de Ana Pastor, y de un tercer puesto. El PP, en el pacto, es generoso: Ciudadanos, su leal escudero en todas estas votaciones, se ha llevado dos puestos en la Mesa (de un total de nueve) y además uno de ellos, perteneciente a Ignacio Prendes (ex de UPyD), es la vicepresidencia primera. Por votos y escaños, Ciudadanos a duras penas podría aspirar a un puesto en dicha Mesa.

Por ahora, Ciudadanos dice que se abstendrá en la investidura de Mariano Rajoy. E, incluso, que votarían no si el PP pacta con los nacionalistas. También dicen los nacionalistas que no apoyarían al PP bajo ninguna circunstancia. Lo dice, también, una y otra vez, el PSOE. Pero lo cierto es que los astros van alineándose para propiciar una investidura de Rajoy, posiblemente con el apoyo de Ciudadanos y la abstención de PNV, CDC y Coalición Canaria. Con estos apoyos el PP obtendría 169 votos a favor, por 167 en contra, y 14 abstenciones, con lo que Rajoy sería investido en segunda votación. El PSOE se evitaría el trágala de tolerar, con su abstención, un gobierno del PP, y Ciudadanos podría continuar con su discurso de partido constructivo que propicia la gobernabilidad, aunque por gobernabilidad, visto lo visto, podríamos traducir a menudo «sillones para nosotros». Y no sólo en el Congreso. No descartemos que Ciudadanos acabe entrando en el Gobierno, para darle «estabilidad y gobernabilidad»€ ¡y ministerios para los de Albert Rivera!

Esta opción, el PP investido con el apoyo de los nacionalistas, parecía cosa de ciencia ficción hace apenas unas semanas. Después de todo, si era inviable que CDC transigiese con un Gobierno del PSOE, ¿no debería serlo, aún más, con el PP? Pero las cosas no funcionan así. Siempre que el PP no está en el Gobierno, o puede perderlo, arrecia el griterío desde todo tipo de foros y tribunas, que alertan de los peores peligros para España. España se rompe. España, vendida a los nacionalistas.

No parece importarle a nadie que es precisamente este discurso, el de que España se rompe, agresivo con todo aquel que no es suficientemente español, según los cánones emanados desde la derecha española, el que resulta más dañino para la unidad de España. El que crea más independentistas y más hastío entre la población. Un discurso que arrecia cuando o bien el PP tiene mayoría absoluta (y no necesita a los nacionalistas), o bien el PP está en la oposición (y necesita a los nacionalistas como excusa para asestar mamporrazos al PSOE). Cuando el PP puede gobernar, pero necesita apoyos, todos estos peligros se desvanecen como por ensalmo, y nos encontramos un PP constructivo, tolerante, de centroderecha, dispuesto a cohesionar. Y los nacionalistas, como ya estamos comenzando a ver, tres cuartos de lo mismo. Dos no crispan si ninguno quiere.

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