La utilización de la patria y el patriotismo para justificar lo que no son capaces de justificar y de convencer con la razón, la dignidad, la honestidad, el respeto, la trasparencia, el debate o la ética, es el último refugio de los canallas. Así lo afirmaba el escritor inglés Samuel Johnson en el ya lejano siglo XVIII. Y es que, como sigue ocurriendo en el siglo XXI, las patrias siguen contaminando el contrato social más que las epidemias.

No se libra España de este conflicto que en 40 años de vida democrática no se ha sabido o no se ha podido desactivar, situándolo así dentro de los graves errores de esa manzana madura en 1976 y que ha ido pudriéndose hasta el día de hoy, según la tesis mantenida por el historiador y periodista anglo-español Tom Burns Marañón en su último y documentado libro.

Cuando los dos grandes partidos, Partido Popular y PSOE, responsables de la gobernanza de la España democrática actual y responsables también de la podredumbre en nuestro sistema político e institucional justifican sus conductas con «el bien común de los españoles» debería crecerles la nariz como a Pinocho. Lo que ocurre y de ahí el drama, es que no tenemos recambio. Que el PP hable ahora de regeneración no es más que un sarcasmo y un insulto a la inteligencia. El PSOE perdió la brújula hace unos años. Ciudadanos va de estribor a babor según la dirección del viento y Podemos desfallecido, flagelándose por los errores cometidos.

Pero cuando todo está difícil o perdido, aparecen las patrias de la desvergüenza. La antigua Convergència vendiendo su soberanía en la Mesa del Congreso y el Partido Popular pactando tamaña indignidad. Todos luchando ahora por la patria, por su patria. Andaluces, manchegos, extremeños, valencianos, gallegos o aragoneses. Susana Díaz dudando qué bandera coger y recordando la batalla de Guadalete (año 711) o Esperanza Aguirre fundamentando alguno de sus argumentos patrióticos en razones morales. Todo un mediocre conjunto de esperpentos ofrecidos por estos patriotas de pacotilla incapaces de explicar a la ciudadanía el por qué y el cómo hemos llegado a esta degradación política y sobre todo de expresar con un discurso coherente no solo cómo entienden la necesaria regeneración de España sino cómo van a pagar los responsables todas las barbaridades que han cometido por acción o por omisión.

Y mientras todo eso se quiera cubrir, tapar o disimular con el velo del patriotismo, como decía Samuel Johnson, esa patria seguirá siendo el último refugio de los canallas.