Ahora que la política patria está atascada en un interminable agujero de gusano y parece que veremos casarse a nuestros biznietos antes de que se forme Gobierno, ha llegado el momento de distraerse con las desgracias ajenas. Por eso sería maravilloso que ganase Trump los comicios estadounidenses. Solamente para echarnos unas risas en la distancia, bastante lloraremos aquí con las terceras elecciones hacia las que vamos arrastrándonos parsimoniosamente (perdón por mentar a la bicha).

Un millonario estúpido, prepotente y con delirios de grandeza, no se puede pedir más. De acuerdo, su gestión al frente de una potencia planetaria acabaría desencadenando el apocalipsis zombi, pero, ¿y lo entretenidos que estaríamos hasta entonces? Tampoco hace falta que gobierne toda una legislatura, no nos volvamos locos. Con unos meses de proyectos absurdos basta. Como la época de la burbuja inmobiliaria en la costa mediterránea, pero condensado. Si todavía no os seduce la idea, tengo cinco motivos para querer que gane Trump que os convencerán seguro.

El motivo principal es que él odia mucho. A todo el mundo. Sin parar. Con mucha fuerza. Está bien eso de odiar, no odiamos lo suficiente. Intentamos ser cervatillos de corazón puro y acabamos con ataques de ansiedad. Las pechugas de pollo resecas, perder el autobús, el acoso de las compañías telefónicas€debemos abrazar el odio, dejar que el odio nos inunde. Donald sería un buen gurú espiritual en este campo. Al fin y al cabo, le encanta compartir su ira con la sociedad.

Esto me lleva a mi segunda razón: la diarrea verbal. Verle despotricar sobre lo divino y lo humano con argumentos de mercadillo resulta fascinante. Su triunfo electoral equivaldría a elegir como presidente a cualquier parroquiano de bar con varios carajillos de más. ¿No es genial? En dos frases hechas, cuatro obviedades y tres insultos a una minoría ya tiene resueltos la mitad de problemas nacionales. «Armas para todos», «hay muchos vagos», «expulsemos a los inmigrantes», «hace falta mano dura», «que no entren musulmanes». Crisis solucionada, a comer patatas fritas.

La revancha moral es mi tercer motivo para apoyar al rey de los rayos uva. Tras años avergonzándonos de nuestra clase política, toca pasar el bochorno a otro pueblo y burlarnos un poco de su mal hacer. Además, frente al hombre que quiere acabar con el terrorismo a base de «cerrar Internet», nuestros dirigentes parecen estadistas brillantes y sofisticados. Si para subirnos el ánimo debe liderar Estados Unidos un chalado, adelante con ello, daños colaterales.

¿La cuarta razón? Que es un cretino machista y asquerosamente xenófobo. Está bien tener tan presentes a estos energúmenos para no olvidar que aún pululan por ahí. Hay muchos Trump haciendo el mal por los rincones, pero no se atreven a chillar tanto. Ya que debemos soportar su existencia, al menos que hagan el ridículo públicamente.

Mi último y definitivo motivo para respaldar al magnate: le apoya Clint Eastwood, el mismo que masca tabaco, lleva un poncho andrajoso y monta a caballo por diversas montañas. Si un tipo duro como él ve en Donald a un referente, habrá que hacerle caso. Sabe mucho de la vida. Además, no puedes contradecir a un vaquero o te retará a un duelo al atardecer.

A pesar de todo, esta decisión no depende de nosotros. Así que, estadounidenses, votad a Trump, hacednos ese favor. Por la comedia. Por el humor.