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¿Una marcha financiera hacia el soberanismo?

A lgunas afirmaciones provenientes del Consell son muy difíciles de compartir. Después de reconocer que el FLA se ha convertido en la tabla de salvación de las finanzas de la Generalitat Valenciana (GV) sosteniendo que este mecanismo sería el responsable del crecimiento desorbitado de la deuda desde 2012. Como si no fuera conocido por todos que el FLA es un crédito para cubrir deudas pasadas. Se asombran de que al finalizar 2011 «último año sin FLA» la deuda ascendía a 21.860 millones de euros y al cierre del primer trimestre de 2016, la cifra se elevaba a 41.935 millones.

El mensaje sugiere que el culpable es Madrid, que sólo presta, y no la ingente cantidad de actuaciones, operaciones y facturas en los cajones con las que la durante años ha estado engañando a Europa, a los valen cianos y al Estado. La magnitud de estos desmanes históricos en tiempos de crisis y el montante real de la deuda heredada parece que ha desorientado al Consell.

Si preguntamos a Ximo Puig o a Mónica Oltra sobre el contenido independentista de su acción políticas seguramente dirán que ninguno y no mienten. Sin embargo su forma de encaran el gravísimo problema de la deuda y la financiación; la magnitud de los problemas que los canallescos gobiernos del PP incubaron y la tradición anticentralista de un cierto pensamiento de izquierdas valenciano, les está llevando hacia un soberanismo implícito.

Es posible que los lectores de Levante hayan seguido el cruce de opiniones habido la pasada semana entre un servidor, diciendo que el modelo de financiación autonómico ya aporta mas a la Comunitat de la que ésta aporta, y el Conseller de Hacienda defendiendo que «Desgraciadamente, la Comunitat Valenciana sí aporta más de lo que recibe del Estado». Todo empezó con el aviso dado por el Ministerio de Hacienda sobre el recorte inmediato de las cuentas de la GV. La discusión podría resolverse diciendo que el titulo utilizado por un servidor la semana anterior podría sonar a equívoco hablando de la liquidación autonómica de 2014. De hecho, la respuesta del conseller fue, en mi opinión, mas al titulo que al contenido: «Confundir la liquidación del sistema de financiación con las cuentas públicas territorializadas, las conocidas popularmente como balanzas fiscales, implica, sencillamente, falta de rigor. Son cuestiones distintas, y eso es algo que saben bien los economistas. No se puede, pero sí lo hace el señor Martín, calcular la aportación de los valencianos al conjunto del Estado echando mano solo de la liquidación del sistema de financiación. No se trata de un pequeño error o una desviación mínima que no afectaría al fondo del asunto. Es un error de bulto, ya que en su cuenta solo incluye la liquidación de los impuestos propios y cedidos que pagan los valencianos y que está atribuida a la Generalitat. Se deja fuera el resto de impuestos que el Estado mantiene como propios y que también pagan los contribuyentes de este territorio».

De nada servirá al Consell recurrir al enfoque de las balanzas territoriales cuando dentro de pocos días discuta el dinero disponible para lo que queda de año; el argumento sólo incrementará la acritud y con toda probabilidad el ministerio no le hará caso alguno. Uno sólo trataba de decirle que usará los datos mas recientes sobre el modelo de financiación. El camino de las balanzas fiscales fue el que inició el conseller catalán Mas Colell hace ahora cuatro años y que conscientemente abrió la fase contemporánea del soberanismo.

Es de agradecer la elegancia de Vicent Soler dentro de la dureza de su escrito. Sin embargo no ha sido agradable estar en el foco de los comentarios de redes sociales integradas por personas con responsabilidades institucionales. Para ellos un servidor aporta «material para los antivalencianos». Recibido el mensaje de estos patriotas, me reafirmo en todos los datos publicadas hace una semana. Aunque quiera ignorarse, la mala situación económica de la Comunitat ha hecho que el dinero que nos llega este año, haya sido calculado bajo dos circunstancias que nos procuran algún consuelo: a) Nuestra incorporación al pelotón de CC AA que se benefician en el reparto por estar por debajo de 90 % del PIB global y b) la activación en nuestro favor del Fondo de Competitividad nacido para reducir las diferencias en financiación per cápita entre CC AA.

En estos momentos, aunque no totalmente resuelto, el actual maltrato es algo menor. Al diseñar el modelo de financiación se sabía que podía dar resultados indeseables por lo que dispuso que el propio Estado compensara, aunque fuera parcialmente desigualdades como las nuestras. El Fondo de Competitividad respecto de 2014, ayudará a hacer menos dura la financiación de la GV de 2016. No estamos entre los mejor financiados pero el Consell no debe usar cifras sin actualizar.

Volvamos al soberanismo que el Consell, consciente o inconscientemente esta ejerciendo. Una balanza fiscal territorializada es una técnica contable, no una decisión política aunque la usen independentistas y victimistas. Es el resultado de restar al gasto y la inversión que el Estado hace en una comunidad, los ingresos que aporta esta autonomía al Estado, vía impuestos. En un sistema fiscal progresivo es lógico que las regiones en donde residen las personas y empresas con más recursos sean las que más aporten al conjunto y, por lo tanto, registren una balanza fiscal negativa. La cuestión radica en cuánta renta deben y/o pueden aportar las CC AA más ricas al resto de territorios para esta redistribución. Conviene tener presentes que nosotros ya no somos «tan ricos» a pesar de aquellas mentiras de la época Camps, que todavía pesan en el cálculo histórico.

La posición sobre este punto de una parte de Cataluña es sabida, y toma la forma del «Espanya ens roba». Ello explica que Mas Colell se desinteresara del modelo de financiación y se centrará en la balanza territorial catalana. Algo parecido a lo que nuestro conseller mantiene: una cosa es el modelo y otra las balanzas. Luego que sigue: ¿el soberanismo?.

Con los datos de la balanza fiscal de 2013, la última disponible, como no podría ser de otra manera los saldos fiscales regionales (el 72%) van a los territorios con mayor renta que son quienes pagan más impuestos. El otro 28% se corresponde con decisiones relacionadas con políticas de gasto, en algunas de las cuales podría haber una mayor discrecionalidad. En estas la corrección de la financiación regional tiene un peso del 14% que en ningún caso pude resolver los graves problemas valencianos, a pesar del embelesamiento que esta posibilidad induce en algunos miembros del Consell.

Es difícil repartir algunos gastos del Estado, para algunos por razones extrafinancieras (Casa Real, Tribunal Constitucional, etc.) pero en general porque afectan a más de una región o porque no son fácilmente asignables ¿A quién corresponderían los intereses de la deuda del Estado?. En función de la metodología adoptada, los resultados de las balanzas fiscales pueden variar, el «enfoque del flujo monetario», intenta medir cuál es el efecto que provoca el gasto del sector público en el territorio donde se efectúa, y el «enfoque del beneficio o carga-beneficio», trata de cuantificar cómo mejorar el bienestar de los ciudadanos de un territorio gracias al gasto público. Por ejemplo, si el Estado construye una carretera para unir dos comunidades pasado por otras regiones, según el primer enfoque el gasto se repartiría en función del coste de la carretera en cada comunidad. Sin embargo, el segundo enfoque mediría el beneficio generado en las regiones ahora conectadas. Ambos son válidos y complementarios, pero los resultados que se obtienen con cada uno varían de forma significativa.

Dejemos a los economistas con sus cuitas e intentemos interiorizar que con una deuda inasumible y con déficits excesivos que habrá que controlar, el futuro de la GV está en riesgo extremo.

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