El nuevo sistema de gestión de residuos que se está discutiendo para la ComunitatValenciana, conocido como SDDR, discrimina envases en función del contenido, lo que rechaza explícitamente la Comisión Europea; busca los envases más limpios y más valiosos y se olvida del resto. Invita a los ciudadanos a pensar que sólo merece la pena reciclar algunas botellas y latas, y, como ocurrió en Alemania, a descuidar el reciclado del resto de envases.

No es como volver a devolver el casco. Los que usan ese argumento emocional olvidan que cuando se devolvía el casco de algunas bebidas, los restantes envases iban a la basura porque no había contenedores; afortunadamente, ahora hay contenedores de envases de papel-cartón, vidrio o envases ligeros por todas partes que recogen cualquier envase sin excepción, sea de refresco, vino, licor, mermelada, jamón york o salsa de tomate. En el SDDR entra una botella de agua, envase que llega ya lavado por razones obvias, pero no la misma botella, del mismo material y tamaño, si lleva aceite; y si la botella de agua es de cinco o más litros, como es cada vez más frecuente en esta comunidad, no entra. Tampoco es cierto que se vayan a incluir los cartones de bebidas de zumo (briks) por la sencilla razón de que ningún SDDR en funcionamiento en el mundo incluye cartones de bebidas. Sobre todo, seamos serios: el sistema está hecho para los formatos que vienen bien a las máquinas que es necesario adquirir para su operación.

Como no entran envases distintos a los que ya se están recuperando, no es complementario, y como no sustituye al sistema actual, tampoco es alternativo. Es un sistema superpuesto, con un coste superpuesto, que triplica el coste actual. En el caso de las latas de bebidas, los envases de bebidas más reciclados en España, por encima del 87 % en 2014, el coste de su reciclado se multiplicaría por 30 (de 0,2 céntimos actuales a 6 céntimos de euro).

No es cierto que en la Comunitat Valenciana se consuman diariamente 7 millones de envases y 5 vayan a vertedero. Esas cifras responden (proporcionalmente) a cifras absolutamente falsas y nunca contrastadas distribuidas por la entidad que promueve el SDDR en España, e intentan confundir al consumidor mezclando la tasa de reciclado de residuos municipales (que era del 30 % en el momento en que se comenzaron a difundir estas cifras) con la tasa de reciclado de envases; ésta a su vez con el reciclado de envases de bebidas, y finalmente confundiendo los envases de bebidas en general con los envases de bebidas que hipotéticamente se incluirían en el SDDR.

El ciudadano, que no tiene prácticamente sitio en casa para una bolsa para el papel-cartón, otra de vidrio, otra de envases ligeros y tal vez otra para la basura orgánica, va a añadir una bolsa más para los envases que tiene que llevar a devolver, sin aplastar, sin perder la etiqueta, en perfectas condiciones porque si no, no recupera su dinero. Es fácil deducir qué envases va a dejar de reciclar. Si es suficientemente joven como para ir de botellón tendrá que hacer una operación parecida: las latas y botellas de refrescos y cerveza hay que guardarlas porque valen dinero. Toda la noche, hasta que abran las tiendas al día siguiente, para recuperar esos céntimos. Las botellas de licor, botellas y cartones de vino, bolsas de hielo, vasos de plástico, bolsas de aperitivos, bolsas para llevar todo, no van al SDDR; las puede abandonar como hasta ahora, porque seguro que hay un servicio de limpieza eficiente que lo recoge. Esa recogida no será más barata: de hecho, se ha demostrado que a pesar de la introducción del SDDR, no disminuyeron las necesidades de limpieza en países como Alemania.

También hay que recordar al comercio, porque es el actor fundamental: el que tiene que cobrar y luego devolver el importe de los depósitos. En esta comunidad sería especialmente complicado para el comerciante de pequeño tamaño: no podrían comprar máquinas de recogida a unos 25.000 euros la pieza, y los que pudieran no tendrían espacio para alojarlas y/o habilitar un almacén para envases vacíos recogidos sin compactar. Los envases vacíos habría que llevarlos en perfectas condiciones desde las distintas ciudades al centro de recuento antes de devolver el dinero.

Esperemos que se imponga el sentido común y los esfuerzos (y los dineros) de los valencianos se destinen a seguir mejorando unos sistemas que en veinte años de funcionamiento no han hecho otra cosa que mejorar. Los valencianos no se merecen otra cosa.