A la vuelta del verano tendrá lugar en Roma la ceremonia de la canonización de la madre Teresa. Un acontecimiento muy esperado por los miles y miles de personas asistidas en sus centros por las Misioneras de la Caridad en todo el mundo. La santidad de la madre Teresa ya era incuestionable desde hace muchos años, por eso el proceso era previsible. No canonizar a quien pudiésemos denominar «caridad químicamente pura» hubiera sido bastante raro.

A la entrada de la Casa Madre en Calcuta había un letrero muy pequeño que decía «Madre Teresa in/out». Les pregunté a las hermanas la razón de esto. Su respuesta era la más natural: si alguien viene a visitarla, ha de saber si está o no. Sin embargo, durante mi estancia en esa ciudad se ausentó unos días y comprendí el sentido profundo de su presencia y de su ausencia. En la capilla, situada en la planta superior, todos los días, había más de 200 voluntarios de todo el mundo, de toda raza, pueblo y nación, además de un montón de hermanas jóvenes en proceso de formación. A todos nos unía el atractivo de las obras de madre Teresa y trabajar en su viña.

Cuando ella no estaba físicamente, sentíamos su ausencia, algo nos faltaba. Cuando estaba, no hacía ruido, se arrodillaba como todos, estaba pendiente de todo. Si ella no estaba, rezábamos igual, pero diferente, todo seguía su ritmo, pero nuestra mirada buscaba y no encontraba. ¿Qué hacía diferente la oración? Todos sabíamos que nos encontrábamos cerca de alguien muy especial, de una santa. Y la santidad irradia, es algo muy intuitivo. Esa persona se lo había jugado todo a una carta, la de Dios. Se lo había creído a fondo. Su vida había sido una entrega total a los más pobres y desgraciados de todo el planeta. Y centenares de jóvenes se unían a su obra. Sentarse cerca de ella te hacía sentir algo muy especial.

Actualmente, su tumba a la entrada de la Casa Madre hace que su ausencia se convierta en presencia. Pero sobre todo, porque las Misioneras siguen dando sentido, testimonio de resurrección y vida, allí donde anida la muerte. La madre Teresa es un don para la humanidad sufriente, para los millones de crucificados por todas las lacras posibles e imaginables. La merecida santidad de la madre Teresa tiene relación directa con los más genuino del camino cristiano: el amor. Y éste con mayúsculas y en negrilla. Si en algún lugar tenemos claro que está Dios es en los pobres y descartados, como diría el papa Francisco. Y esto es lo que tuvo claro la madre Teresa. Este fue su proyecto personal de vida, llevar la misericordia de parte de Dios a los hombres. Y la obra de las Misioneras de la Caridad prolonga este maravilloso carisma.

La memoria de la madre Teresa sigue más viva que nunca en este año Jubilar de la Misericordia, año en que se proclama su santidad. Hoy, más que nunca, la legión de necesitados es inmensa y todos estamos concernidos para, como ella, hacerles presente el amor y la misericordia de Dios.