Otro artículo hablando de los múltiples casos de sinvergonzonería que nos acechan a diario? ¿Veo caras de hastío al leer el título? ¿Quizá algún colmillo dispuesto a clavarse en el cuello de los innumerables seres humanos que nos fastidian la vida? Noooo, señoras y señores. ¡Que estamos en agosto! Vengámonos arriba y aparquemos nuestra mala leche y deseos de justa venganza hasta septiembre.
Hoy quiero recomendaros una serie que puede refrescarnos las cortas y calurosas noches de verano. Una ficción atrevida con la que reír y emocionarnos: Shamelees. La semana pasada os hablaba de las versiones argentina y española de El hombre de tu vida, y del éxito de la primera y el fracaso anunciado de la segunda. Pues bien, Shameless también cuenta con dos versiones, una británica -la original- y otra estadounidense. Las dos magníficas.
El argumento gira en torno a una familia desestructurada y enloquecida, donde se dan cita las distintas maneras de ingeniárselas para lidiar con la pobreza y, sobre todo, las ansias de buscar la felicidad de sus personajes, todos excesivos, auténticos supervivientes. Esa lucha diaria para poner comida en la mesa cada día, con un padre alcohólico y egoísta hasta límites insospechados y una hija -la hermana mayor- que intenta y logra a duras penas, que ese barco no naufrague en cada capítulo.
Aquí cabe todo, es un micromundo dónde se tratan los temas que preocuparían a cualquier familia normal, pero llevados al extremo de la más excitante tragicomedia. El amor, el abandono, la homosexualidad, las drogas, el sexo, todo en un cóctel que provoca carcajadas, mientras te preguntas ¿de qué me estoy riendo?
La británica es sucia, grasienta, con esa dureza sin contemplaciones que saben imprimir los ingleses a sus series. La yanqui tiene un ritmo trepidante, rodada muchas veces con cámara al hombro y una banda sonora bestial.
Otro aliciente de Shameless USA, las excelentes interpretaciones, destacando a William H. Macy y Emmy Rossum. Si podéis, no dejéis de verla, y ya me contaréis.
