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Balanzas, financiación y soberanismo

Empecemos con la obviedad de que cuando en el gobierno de las comunidades autónomas (CC AA) se gasta más de lo que se ingresa se vive con un déficit que impone un endeudamiento creciente, en el caso que se encuentre un prestamista. En la Generalitat Valenciana (GV) la mayor parte de los ingresos provienen de un determinado modelo de financiación y los préstamos del Estado. Por su parte, una balanza fiscal territorializada es el resultado de restar al gasto y la inversión que el Estado hace en un territorio, a los ingresos que aportan sus habitantes al Estado vía impuestos. Nadie discute que las balanzas fiscales para la Comunitat Valenciana (CV) han sido y son malas.

A principios de 2011 rechacé la acomodaticia idea de que el soberanismo catalán era un suflé que iba a deshincharse. Fue cuando Mas Colell, recién nombrado conseller de Economía de la Generalitat catalana, manifestó en el marco del Consejo de Política Fiscal y Financiera que la reforma del modelo de financiación autonómica ya no les interesaba. Al tiempo, en Barcelona, se vivía un apasionado debate entre economistas respecto al valor de las balanzas fiscales de las comunidades autónomas. Desde entonces pasaron a ser argumentos políticos cuyos dos últimos episodios han sido el libro de Josep Borrell (Las cuentas y los cuentos de la independencia. La Catarata, 2015) y la reacciones a la publicación hace pocos días de las balanzas fiscales de 2013, que supusieron para nuestra comunidad un saldo negativo del 1,48 % del PIB del citado año.

Mas Colell en 2011 ya sabía que las deudas, tanto catalana como valenciana, eran inabordables. No es tendencioso afirmar que entre las distintas razones que impulsan al independentismo catalán figura la posibilidad de no hacer frente a la deuda con el Estado español y la convicción generalizada de que con las obligaciones actuales con el resto de España, Cataluña va a ver limitada su posibilidad de crecimiento, lo que explica su desinterés en participar en cualquier reforma de un modelo de financiación redistributivo entre las actuales CC AA.

El soberanismo catalán sigue su camino. El jueves pasado, Fidel Masreal decía al respecto en El Periódico que nuestras abuelas ya avisaban: «Enfermedad larga, pariente de la muerte». Para el próximo curso, el Govern y Junts pel Sí preparan un programa vertiginoso que irá in crescendo, en el que están dispuestos a saltar la pared de la legalidad estatal previa consulta a la ciudadanía. Si Mariano Rajoy sigue en el Gobierno central, no aflojará en el contencioso jurídico, llevándose por delante si es necesario a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell. En cuestión de meses se dirimirá la partida casi definitiva de la independencia o no de Cataluña y con ella la Constitución de la que dependen las CC AA. En la Moncloa son perfectamente conscientes del desafío de Carles Puigdemont y la amenaza soberanista es una herramienta del PP para atraer a Ciudadanos y al PSOE en las negociaciones de cara a la investidura.

La pasada semana les decía que, ignorando el grado de consciencia que en sus miembros haya al respecto, la actitud del Consell en estos últimos tiempos conduce a una incipiente pulsión soberanista en la Comunitat Valenciana. Las expresiones de indignación se suceden («Si los expertos del ministerios saben cuál es nuestra situación, ¿a qué juegan?») junto con medias verdades («Tenemos una deuda de 42.000 millones de euros y dedicamos casi un tercio del presupuesto a pagarla- ¿Quieren que cerremos colegios y hospitales?») que terminan en el límite de propugnar una solución soberanista («No sé qué tipo de conflicto se pretende crear, los valencianos desde luego no queremos ninguno. Sólo que se solucione el problema valenciano, que se traduce en infrafinanciación, déficit de inversiones y deuda. Hay cinco millones de valencianos discriminados»). El president no quiere la independencia, pero sus palabras nada tienen que envidiar a la metodología inicial del soberanismo catalán.

Con excesiva alegría tendemos a usar como sinónimos conceptos y cifras que no lo son. Es necesario que todos hagamos un esfuerzo de concreción y precisión y para ello, voy a aportar mi pequeña mea culpa. Hace dos semanas publiqué una reflexión diciendo (cosa que mantengo como cierta) que en 2014 el modelo de financiación había aportado más a la GV que lo que los valencianos habíamos aportado a la cesta correspondiente. Desafortunadamente, por razones que ahora no vienen a cuento apareció bajo el título: «La C. Valenciana recibe más que aporta», cuando quería ser «Conseller, por el bien de todos, actualice sus datos», pero la responsabilidad es de quien pone su firma y solo queda asumirla.

Ciertamente la C de Comunitat sustituía indebidamente a la G de Generalitat y esta fue mi falta. La lectura del contenido no debía despertar duda alguna, pero en tiempos de mensajes mínimos, el titulo lo es todo y así, incluso el conseller de Hacienda me corrigió: «Confundir la liquidación del sistema de financiación con las cuentas públicas territorializadas, las conocidas popularmente como balanzas fiscales, implica, sencillamente, falta de rigor. Son cuestiones distintas, y eso es algo que saben bien los economistas». Es bueno extremar el cuidado conseller. Vayamos a ello.

Obviamente, si se produce una gran inversión del Estado en una región (pensemos en el AVE o en ayudas tras una catástrofe natural) su balanza fiscal mejora y al contrario si ello no ocurre. En la balanza fiscal de la CV la partida que la GV recibe como consecuencia de la aplicación del modelo de financiación (del orden de los 10.000 millones) es muy importante, pero como en todas las CC AA, lo que recibe la GV es bastante menos de lo que el Estado deja en nuestro territorio de una manera u otra. La GV no es toda la CV. Es preocupante que el conseller en su razonamiento no discutiera el argumento principal. Lo razonable del resultado de la liquidación del modelo actual en 2016 (Cataluña y Valencia recibirán del Estado el 12 % y del 10 % más de lo recibido en 2015) y que insistiera en una mala balanza fiscal de 2013.

¿Estamos con el inicio de la música de Cataluña? Decidamos democráticamente pero una cosa es la GV y otra la CV y las vergüenzas de la primera no dependen en su totalidad de las carencias de la segunda. Hay comunidades con balanzas negativas y con déficits controlados (Madrid) y de déficits galopantes con balanzas fiscales favorables (Extremadura). Lo que puede ocurrir en un territorio no tiene por qué reflejarse en el incumplimiento de los presupuestos de su gobierno regional.

A sabiendas de que la afirmación puede suponer una nueva oleada de descalificaciones en las redes sociales, reitero que la GV no podrá mantener su situación financiera en lo que queda de 2016 salvo que aparezcan medidas extraordinarias, impensables e inviables con un gobierno en funciones. Ante ello, el Consell no tendrá otro remedio que ajustar sus gastos a los ingresos reales. Pasados los años de los desmanes de ZOC (Zaplana-Olivas-Camps) tanto los gobiernos de Alberto Fabra como de Ximo Puig han proclamado que el problema no era de gasto, sino de ingresos (lo que nos deparaba el reparto del modelo). Nada se ha conseguido como no fuera pedir y obtener más FLA, que ahora Europa puede cortar.

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