Hace unos días escuché una de las charlas más interesantes de este verano en la Escuela de Verano de la Uned en Dénia. Enrique Gil, catedrático de Sociología y articulista, disertó sobre la profesionalidad. Mostró los cuatro pilares que sostienen esa idea o concepto de lo que entendemos por ser un profesional: 1) el servicio a la comunidad; 2) la pertenencia a un grupo, asociación, colegio profesional, etcétera; 3) la trayectoria formativa; y 4) la competencia entendida como feroz competitividad. En su opinión, nos estamos quedando sin casi todos estos pilares para que, en todo caso, prevalezaca el último de ellos: la competencia sin medida, es decir, «tengo que venderme a cualquier precio y circunstancia, primero yo, después yo, siempre yo y finalmente yo».

Cuánta razón tiene. La profesionalidad es algo simple y complejo al mismo tiempo. Por una parte, podemos hablar de los certificados de profesionalidad con todas sus variantes en códigos, familias profesionales, unidades didácticas, competencias, cualificaciones, etcétera. Por otra parte, podemos referirnos a los y las profesionales de otros ámbitos, tales como los políticos.

Convendría preguntarse si los políticos son profesionales de la política. Si la profesionalidad, en cualquier ámbito socioeconómico, es necesaria y positiva, en política, debería ser igual. Un buen político debería ser un servidor y defensor de la ciudadanía, independientemente del voto de la misma. Y buenos políticos en España, los hay. No hay duda. Sin embargo, dentro del colectivo de los políticos, existe un espécimen curioso que consagra su vida a hacerse una carrera en política, pensando única y exclusivamente en sus propios intereses, no en los de la ciudadanía. Estos seudo-políticos tienen una gran habilidad y capacidad de seducción para meterte en el bolsillo y para que le aplaudas pase lo que pase y haga lo que haga. Basta mencionar los escandalosos casos de corrupción de algunos de ellos.

Por último, las artimañas de estos seudo-políticos me recuerdan el juego estrella del verano: Pokémon Go. Pequeños, jóvenes y no tan jóvenes se pasan el día pokemoneando por todas partes. Sería conveniente tener cuidado con estos seudo-políticos para no caer en su tela de araña y ser cazados como pokémon.