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Matías Vallés

Rajoy se burla de Rivera

Albert Rivera sigue siendo para Mariano Rajoy el petimetre que se atrevió a confrontarlo ante las cámaras, con el listado en negro de los papeles de sobresueldos de Bárcenas. Ni el arrepentimiento posterior del político catalán, ni su entrega postelectoral al PP, van a torcer la animadversión del presidente del Gobierno en funciones. Rajoy está convencido de que si sale de La Moncloa, le aguarda el destino de Rodrigo Rato. Desde los tiempos de su admirador Felipe González, los primeros ministros españoles no disfrutan de aforamiento, sino de inmunidad.

Tras el cónclave o aquelarre de un comité ejecutivo depurado de sus miembros menos presentables, Rajoy quemó en público el pliego de propuestas de Ciudadanos. El PP no admite exigencias, ni sugerencias siquiera. Se olvida de su calidad de minoría mayoritaria, para proclamarse campeón absoluto en franca contradicción con su recuento de escaños. Pretende una adhesión inquebrantable. El presidente en funciones perpetuas escenificó ayer su venganza de Rivera, que aceptó otra prórroga porque solo lucha para resolver su futuro personal al frente de alguna gran empresa con sueldo a la par. Rajoy se burla de Rivera sin condiciones.

Dos meses después de las elecciones, Rajoy no ha alumbrado una sola propuesta original. No ha ofrecido una indicación, ni siquiera insinuación, de sus pretensiones en una situación de franca debilidad. Ha perdido medio centenar de diputados por su forma de gobernar, y pretende seguir gobernando como si esa cifra se mantuviera inalterable. Incapaz de redactar un papel, ni siquiera se dispone a fijar en solitario una fecha de investidura. Rivera ha de aportarle las ideas, Pedro Sánchez ha de suministrarle el calendario de su proclamación.

A Rajoy le han votado dos de cada diez españoles. En su comparecencia de ayer, el presidente en funciones volvió a quedar desacreditado para gobernar en coalición o sin mayoría absoluta. Insiste en que, si el PSOE no le vota, habrá unas terceras elecciones. Es decir, el alumno dice que si el profesor no le aprueba, tendrá que volver a examinarse en septiembre. La tautología adquiere tintes catastróficos. De la gran victoria del 26J solo arden los rescoldos. El número uno del PP anunció al día siguiente una investidura para el dos de agosto. Ahora decreta que «no hay prisa» y sus fines de semana de asueto se confunden con semanas enteras. No puede haber candidato salvo que haya 176 diputados, no puede haber 176 diputados salvo que haya un candidato que los conquiste. Si Rajoy no sabe, debería ser otro, pero aquí se incurre en blasfemia.

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