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Temporada baja

Si alguien se pregunta a que de debe la caída generalizada de las audiencias en época estival, sólo tiene que contemplar las escenas costumbristas de temporada para encontrar la respuesta.

Por la mañana, sobre todo los que trabajamos, somos los pocos espectadores que conectamos con la primera edición informativa. El resto está mirando al mar con un objetivo convertido en deporte de riesgo. La disciplina de plantar la sombrilla en primera linea de playa, muy extendida y que fusiona estrategia, reflejos y discusiones acaloradas entre esa especie que madruga y de paso compra el «Marca».

Llegado el medio día, la reunión de neuronas juveniles y maqueadas que rodea a Emma Garcia, que por vacaciones continua sentada en los escalones, vive su temporada baja. La mitad de su público objetivo ocupa campamentos improvisados hechos con esas sombrillas tempranas. Allí se montan su propio programa, con tertulias vehementes en las que imperan aquellos temas que versan sobre la vida de los demás, normalmente acompañadas de refrescos carbonatados e hidratos de carbono con diferentes sabores artificiales en bolsa. Ya con la piel caliente de los rayos UV y digiriendo el festival que culmina con la sandía, Jordi Hurtado y el universo «Sálvame» aparecen más pequeños, porque se echa de menos pulgadas en la tele de una segunda vivienda. Además, estos días se encuentran un poco mas solos porque la mitad de su público les abandona para dormir la siesta.

Cuando cae el sol, el paupérrimo prime time de temporada, recibe un numero de televidentes proporcional al nivel de la descafeinada oferta. Sólo las adictivas retransmisiones olímpicas son capaces de satisfacer al que quiere ver. Y muchos de los que no, se encuentran emulando a los extras de «The walking dead» y conforman junto a otros veraneantes, una masa de gente que intenta no chocar unos con otros, en su camino con rumbo hacia el final de un paseo litoral€

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