Que la Comunitat Valenciana está infrafinanciada lo sabe todo el mundo mundial de este país. Y que ni los gobiernos del PP ni los del PSOE lo han solucionado, también. ¿Y entonces?

A las puertas de unas nuevas elecciones o de un nuevo gobierno, a los valencianos, nos toca esperar de manera activa. ¿Qué significa esto? Esto quiere decir que no podemos continuar con actitudes victimistas, aunque se trate de un derecho negado durante décadas. Las lágrimas, desde hace siglos, no impresionan más allá del puerto de Almansa o de Contreras. Y aquí menos, el resultado electoral lo ha certificado. La tradicional calidad solidaria de la Comunitat Valenciana ha degenerado en estulticia aceptada y consentida, por llamarlo de alguna manera.

Es el momento de la espera activa y dinámica. Esto quiere decir que el planteamiento tiene que ser absolutamente serio, responsable y colectivo. La política y las instituciones de la sociedad civil tienen que ponerse de acuerdo, por una vez. Sin dinero no hay política de derechas, ni de izquierdas, sólo migajas que caen de las mesas de los señores.

Ahora bien, el primer paso lo tienen que dar los políticos. El gobierno actual tiene que tener claro que sin la complicidad del PPCV no se llegará a ningún acuerdo. Y el PPCV tiene que poner todo su empeño en convencer a Madrid de que esta situación es inasumible, intolerable e injusta. Pero para que ese acuerdo entre todos pueda darse es importante la confianza. Además el gobierno actual de la Comunitat tiene que darle oxígeno al PPCV, ya que no tiene autonomía con respecto a Madrid. Y el mando a distancia a veces no se encuentra, le faltan pilas o no funciona.

En cada partido tienen que buscar personas de diálogo y empatía, que sean capaces de sentarse en una mesa y encontrar soluciones válidas. Lo que está en juego es decisivo para todos los valencianos. No podemos perder más tiempo con la cantinela de quejas y lamentos. Si cualquiera de los que se siente a esa mesa quiere obtener réditos electorales importantes en este asunto tan delicado está errando el camino y truncando el futuro de los valencianos. Estamos ante una cuestión de Estado valenciano. El tacticismo electoral habría que aparcarlo por una vez e intentar una solución aceptable para la mayoría con propuestas conjuntas pactadas y posibilistas. No pueden los partidos políticos valencianos seguir jugando a vencedores y vencidos en este tema. El dinero es para todos los valencianos. La fórmula que se acuerde posibilitará políticas de todo tipo. Sin ese dinero, que nos corresponde por derecho, no hay políticas, ni de derechas, ni de izquierdas. En un segundo momento, y una vez de acuerdo, los políticos deberían involucrar al mayor número de instituciones con el fin de hacer creíble la voluntad mayoritaria del pueblo valenciano. Pero esto sin fisuras políticas, ni quiebros engañosos.

Es evidente que un planteamiento de este tipo exigirá mucha generosidad por parte de todos los líderes políticos valencianos. ¿Estarán a la altura del momento o jugarán al gato y al ratón? No sería bueno dar la impresión de una tierra de trileros y marulleros. De Castellón puede venir la solución: Puig y Bonig.