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De burkinis, brujas y el machismo

Lo que voy a narrar es cierto como la vida misma y no lo escribo a modo de «y yo más» tras el brillante artículo de Fani Grande en su blog El Fémur de Eva (que recomiendo) narrando las faltas de respeto y el machismo imperante en nuestra sociedad y en el mundo de la comunicación en particular, sino porque es una de esas espinitas que tiene una clavada de tan afilada que fue. Nos encontrábamos en un curso de formación un nutrido grupo de periodistas hombres y mujeres, todos y todas con diferentes grados de responsabilidad en nuestros diferentes medios de comunicación, desde jefaturas de sección a subdirecciones. El porcentaje de representación era de 50 hombres y unas 10 mujeres. En un momento dado, a la hora de la comida y dado que veníamos hablando juntas desde la salida de la formación, decidimos compartir mesa para continuar departiendo sobre algunas cuestiones del curso. Algunos compañeros „dos o tres„ no se lo tomaron bien y lanzaron algún comentario sobre si aceptábamos o no hombres en la mesa pero lo fuerte vino a continuación cuando uno de los ayudantes del personal que ofrecía el curso al vernos afirmó „a sus clientas, recordemos„: «sólo falta la ouija».

No imagino, ni se me pasa por la cabeza, semejante falta de respeto hacia el resto de mesas donde mis compañeros comían tranquilamente sin que nadie les molestara o afeara con quien se sentaban y con quien no, o si eran brujos, druidas o hechiceros por hacerlo juntos. Esta es una anécdota concreta pero hay mil, tantas que cualquier mujer, sea cual sea la labor profesional que desarrolle, podría aportar una decena y nos quedaríamos cortas. Y animo aquí a más de una dirigente política, empresarial, de la judicatura, medios de comunicación etc a que digan cuantas veces han tenido que oírse aquí, en el terreno, que las llamen «xiqueta». Yo conozco a unas cuantas y con cargos de muchísima responsabilidad que levantarían la mano. En caso contrario, ni aún con dirigentes muy muy jóvenes lo he escuchado nunca en el caso de los hombres.

¿Y a qué viene todo esto? Pues a que llevamos unos días con un machismo que es difícil de digerir en lo que a la mujer, en múltiples facetas, se refiere. Ya está bien de decir a las mujeres cómo tienen que vestirse o no, si tapadas hasta las cejas o con minifalda, cuando van por la calle, hacen deporte en su pueblo o en unos Juegos Olímpicos, en la playa, en la montaña o donde quiera. Porque nunca he oido a esas voces cuestionando a los señores „y son muchos„que llevan largas túnicas o turbantes en la cabeza por su cultura y creencias religiosas. Nunca he oído ningún debate sobre el uso público de la chilaba masculina. Pero cuando se trata de la vestimenta, modo de conducta, aptitudes o capacidades de la mujer se abre un coto de caza donde todo el mundo se considera con el derecho no ya de opinar sino de insultar, prohibir o vetar. Las mujeres no tienen que vestir así o asá (como en tiempos del franquismo), las mujeres visten como quieren, igual que los hombres. Se ponen minifalda, porque quieren (perquè vull, que diría Ovidi); se ponen tanga porque quieren, y se cubren el cuerpo porque quieren. Porque son mayores de edad y hacen con su vida lo que cualquier varón mayor de edad hace: tomar decisiones sobre su vida y sobre su cuerpo.

Ya hace varios siglos que venimos escuchando cómo deberíamos ser, vestir y opinar las mujeres, así en general. Siglos. Venimos escuchándolo de los hombres y de muchas mujeres también. En el fondo, la cuestión no es tan difícil: si para lo que vas a decir, escribir, narrar, exponer puedes utilizar las mismas palabras en el caso de un hombre o de una mujer, el lenguaje es correcto. Si te suena ´raro´ al ponerlo en masculino, cuidado... estás rozando la machistada. Si no le dirías «xiquet» a un político, ni le llamarías en un acto oficial por su nombre de pila sino por su apellido etc pero sí lo haces con una mujer, alerta. El lenguaje es perverso, tanto como lo sea la mente. Y para muestra, el watsap de los violadores de San Fermín, que decían que se estaban «follando» a una cuando, qué cosas, la estaban «violando». En fin...

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