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Recrean que Alcublas salvó la vida a Jaime I

Alcublas es de los pueblos que marcan carácter, que cursan con fuerte personalidad y son un sanatorio por muchas razones. El mejor historiador que ha tenido la Virgen de los Desamparados fue un médico, José Rodrigo Pertegás, quien estuvo un año ejerciendo de médico en el pueblo, a donde fue para «cuidar de su hacienda y de su salud». Le dijeron que era un lugar ideal para curarse de los múltiples males que tenía. Aprovechó para escribir las mejores páginas sobre la imagen de la Virgen y su Cofradía. Don José, no sólo no cobraba a los enfermos, sino que en no pocos casos les daba para comida y remedios.

Situada en un llano rodeado de cerros hace siglos que inventaron la energía eólica instalando molinos. Una de la colinas recibe el nombre de Molinos. De sus montañas han salido las mejores canteras de mármol negro y pardo. Muchísimas iglesias, entre ellas la Basílica de la Virgen utilizaron sus famosas piedras negras para altares y pavimentos. El mismo pueblo tiene una preciosa iglesia, que quedó semidestruida en un incendio ocurrido el 17 de abril de 1917.

De guerras en el pueblo saben un montón, por su posición geográfica históricamente las han vivido todas. En el siglo XIV, los ejércitos de los reino de Castilla y Aragón la liaron parda en la zona. Los nuestros subieron a Alcublas con la Real Senyera, que sólo se sacaba en los momentos de grandes conflictos y tensiones. Y machacaron en este territorio a los soldados del rey Pedro el Cruel ocasionándole grandes estragos. Desde entonces el escudo de Alcublas tiene una cruz sobre las barras rojas de Aragón.

En las guerras carlistas, éstos causaron numerosas bajas a las tropas liberales, unos días que pararon aquí a descansar. Les tendieron una emboscada en un barranco cercano y los aplastaron. La operación por parte de los boinas rojas la dirigió el famoso Llangostera, buen dominador de la guerra de guerrillas.

En la pasada guerra civil, el gobierno de la República montó en uno de sus llanos un aeródromo militar de apoyo a la Batalla de Teruel, que ha historiado de forma muy interesante y esclarecedora nuestra compañera Míriam Civera Jorge, quien es propia del lugar, su pueblo natal.

De su currículum bélico, este pacífico pueblo recuerda con gozo cuando Jaime I llegó aquí en 1237. Cuenta la tradición que un pastor le avisó de la que le tenían preparada los moros en los llanos de Casinos y Llíria, nada más bajara de la montaña, una emboscada en toda regla. El monarca varió sus planes y dio un rodeo con sus tropas tirándose hacia el mar por la parte del Puig, salvándose de una muerte segura. Agradecido Jaime I hizo caballero al pastor y al pueblo regaló una imagen de Santa María, que llevaba encima y que en Alcublas tiene por advocación Virgen de la Salud.

Asistí el sábado en Alcublas a esta recreación histórica de la que ya me había hablado Miguel Ángel Bustos, en el origen de esta feliz idea de dramatizar la historia, y luego Enric Sanandrés, actual coordinador, siendo Miriam Civera, embajadora de Alcublas, decisiva en que estuviera en un acto que resultó muy digno, bello, didáctico y emotivo, que concluyó con la entrega de la imagen de la Virgen al que fuera párroco del pueblo, y hoy canónigo de la Colegiata de San Bartolomé, Miguel Ángel Bondía, de Liria, quien para la ocasión se revistió de una capa pluvial del siglo XVII.

Una de las curiosidades de la representación teatral fue que la alcaldesa socialista Blanca Rosa Pastor Cubillo ofreció las llaves de las puertas de las murallas del pueblo a Jaime I al darle la bienvenida oficial y le ofreció un vaso del buen vino tinto de Alcublas, famoso en el sector vitivinícola y gastronómico, que a caballo se tomó brindando el monarca.

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