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Maite Mercado

Marco Polo, ojos redondos

Intrigas palaciegas y guerras, emperatrices y concubinas, artes marciales y sabiduría oriental. Todo esto está en Marco Polo, el primer intento de Netflix de crear su Juego de Tronos, pero sin dragones. También hay cabezas cortadas y violencia extrema pero si en Poniente echan el resto en espectaculares batallas de veinte minutos, aquí el mimo se lo llevan los combates de artes marciales que te dejan con la boca abierta como cuando de pequeños veíamos las pelis de Bruce Lee y mucho más tarde Matrix y Tigre y Dragón, que compartieron coreógrafo. Haciendo un guiño al maestro Po de la serie Kung Fu de David Carradine, el monje shaolín ciego Cien Ojos enseña a luchar al joven Marco al que llaman el de los ojos redondos.

Las peleas surgen con naturalidad en medio de las guerras expansionistas del Imperio Mongol en el siglo XIII. El nieto de Genghis Khan quiere conquistar el mundo, primero China enterita y después, Occidente. Con esta obsesión ha de enfrentarse no solo a los chinos sino a los familiares que le disputan el trono y a la traición de alguien querido en quien anida el rencor desde niño. Por supuesto, no faltan sexo y un amor imposible „que no platónico„ entre el Latino y la Princesa Azul que acaba casada con el heredero? Así empieza la segunda temporada que han estrenado este verano.

La serie es muy recomendable para quienes gustan de dramas históricos como Los Tudor y Los Vikingos. Para mí, tiene la gracia añadida del escaso conocimiento de aquel imperio, que, según dicen, está documentado a partir de crónicas chinas y persas de la época y traducciones de las obras del veneciano.

Lo que no sé es si en Mongolia la verán y la cara del actor Benedict Wong quedará asociada a Kublai Khan como aquí ha calado Michelle Jenner como Isabel I de Castilla. Si van al Monasterio de Guadalupe, patrimonio de la Humanidad, comprobarán cómo una foto de los Reyes Católicos de TVE ocupa su lugar en la galería de retratos de los reyes que visitaron el santuario. Ficción y realidad unidas por la magia de la televisión.

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