Acabo de llegar de Baviera. Es comprensible una pequeña mueca de envidia. No en vano es el primer destino de Alemania. El viajero suele buscar una lámina de agua o una montaña, elementos que atemperan el calor estival. Los Alpes y las eras glaciares han dado a Baviera una deliciosa combinación de estos ingredientes, aderezada con patrimonio a raudales. Pero hablemos de clima.

Baviera cuenta con un clima templado de fachada occidental: el subtipo Cfb de la clasificación de Köppen sin meses por debajo de los -3 ºC de media, lluvias en verano e invierno y un verano cálido, sin superar los 22 ºC de media mensual. Por su parte, De Martonne, lo define como clima lorenés, que como el danubiano sería un clima semioceánico, intermedio entre la fachada litoral occidental, el oriente de inviernos fríos y el sur mediterráneo. Esta variedad semioceánica tan solo se da en nuestro continente, suficientemente vasto para la degradación de las condiciones marítimas, pero abierto al oeste para la penetración de los frentes polares.

También Cfb es el clima bretón, oceánico propiamente dicho. La diferenciación entre el bretón y el lorenés, es, por supuesto, el matiz continental de este último, semioceánico: llueve todo el año, pero las máximas ya se dan frecuentemente en el verano y no en el invierno, como sí ocurre en el litoral. Y es que hacia el interior de los continentes los inviernos sufren el anticiclón europeo y el verano cuenta con un aire más inestable. En esa línea, los inviernos son más largos y fríos. Al sur el clima danubiano, eleva las temperaturas estivales y la amplitud térmica. La excepción al dominio semioceánico es el Zugspitze, la montaña más elevada de Alemania, de condiciones térmicas polares, con una media de -4´6 ºC pero con 2.024 mm de lluvia, un castillo de agua.