La llamada «flippped classroom» o aula invertida, supone un intento de cambiar las prácticas docentes en un mundo que se ensancha más allá del aula y las clases magistrales y es una alternativa a la forma pasiva de estar en clase que se potencia desde las instituciones ¿Será porque llevo casi dos meses sin impartir docencia y echo de menos a mis alumnos de Farmacia y Químicas? ¿Será porque me hacen daño y me sublevan las cifras de paro juvenil? Lo cierto es que no puedo estar de vacaciones sin pensar en mis estudiantes y en su formación.

En los últimos años, nuestro grupo de investigación ha sido muy activo en innovación educativa y lo hemos intentado todo, desde el proyecto Química Analítica en Imágenes, hasta los laboratorios virtuales, el empleo de la aproximación SWOT, sobre fortalezas, debilidades, oportunidades y riesgos para la evaluación de métodos y estrategias de análisis o la gamification, entendida como aprender jugando, y los seminarios de Innovación, en los que los estudiantes elaboran propuestas para crear negocio sobre la base de su conocimiento.

La idea desarrollada por Bergmann y Sams, en 2007 en un instituto de Colorado, para hacer llegar a los estudiantes que faltaron a clase los contenidos de las sesiones perdidas, se ha convertido en una idea que puede revolucionar la educación, en particular la universitaria. En el modo tradicional de educación el profesor acompaña al estudiante en la etapa inicial de la formación, la que se cubriría simplemente mediante la lectura de documentos, y luego le deja solo frente a la resolución de problemas y el examen. Al contrario en el «flip learning» los estudiantes deben leer o visionar unos documentos previamente y la clase sirve para debatir los contenidos y aclarar dudas. Tal y como se lo expongo no me negarán que hay que estar ciego para no adherirse a esta nueva estrategia. El problema es que choca con los atavismos de nuestro sistema educativo y mal imaginamos a estudiantes capaces de llegar a clase con el tema leído y un listado de dudas cuando se les ha domesticado para que copien al dictado la clase magistral y se limiten a regurgitarla en el examen.

En la era digital, en la que los conocimientos ya no están solo en los libros ni en las universidades sino en la red al alcance de cualquiera con acceso a un smartphone o un ordenador, se impone un nuevo tipo de clase más participativa que fuerce a los estudiantes a tomar el protagonismo de su formación y que potencie su iniciativa para prepararles para un mercado laboral endemoniadamente competitivo. Lo otro, seguir como estábamos y no empeñarse en sacar de nuestros estudiantes lo mejor que llevan dentro es una cobardía. Afortunadamente existen varios intentos en nuestro país para aplicar esta metodología y sirvan como ejemplos la universidad de La Rioja o, en Valencia, el trabajo que prepara la letrada Alba Loreto Peris en el campo del derecho.