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Terceras elecciones a la vista

Aunque aparente lo contrario, se afianza la sospecha de que el PP quiere terceras elecciones. Su estrategia es la de falsa víctima de un adversario culpable, concretamente el PSOE. En el arranque del debate de investidura tiene asumido que no cuajará en primera votación un pacto de mayorìa absoluta, ni sumará en la segunda más síes que noes. El discurso de Mariano Rajoy no ha dejado tranquilos a Ciudadanos ni a Foro Asturias, que esperan desquitarse en el debate para no quedar de inocentes pardillos. El candidato mencionó una parte, no todas las condiciones de ambos grupos, asumió las de Coalición Canaria (que después no se cumplen, como de costumbre) y también lanzó propuestas a los socialistas para que nadie pueda acusarle de no haber hecho el esfuerzo. Pero sus expectativas ya están en las urnas de diciembre.

La insistencia en negar cualquier alternativa a la opción y el pacto que él encabeza, delata su certeza de que existe. Si Unidos Podemos libera al PSOE de aceptar un acuerdo con partidos soberanistas sobre el derecho a decidir, abrirá camino al difícil, pero no imposible, acuerdo tripartito con Ciudadanos, tal como defienden los 1200 intelectuales y artistas -algunos muy respetados y queridos- que han firmado un manifiesto con esa propuesta. Pablo Iglesias no tendría necesidad de renunciar formalmente al punto polémico si encuentra la manera de aplazarlo tácticamente sin dispersar las confluencias agrupadas bajo sus siglas. Una legislatura con mayoría de izquierda puede propiciar una negociación con las minorías independentistas desde posiciones distintas a las del PP, que ni lo ha intentado. Porque negociación no significa necesariamente escisión, sino un statu quo más confortable para los «diferentes» en la unidad del Estado. No faltan modelos en el mundo libre...

La llave sigue siendo Ciudadanos, y la oportunidad estaría en su abstención para dejar a Rajoy con más noes que síes. Ciertamente, es previsible que el candidato haya dejado para el debate concesiones y argumentos más explìcitos y tentadores que los del discurso de apertura, justamente calificado de frío, incompleto y continuista. Pero si esa parte en reserva no es irrenunciable, la suerte parece echada.

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