Termina agosto, llega septiembre y en algunos sectores seguimos sumidos en la total desesperanza. En el entorno mediterráneo, sobre todo en el sudeste, siempre me ha parecido que cuando llega este momento del año, tras la aridez estival, estamos casi como los herbívoros de la sabana, esperando las lluvias estacionales que lo regeneren todo. El problema es que en momentos de sequía plurianual como éste (tres años de lluvia muy por debajo de la media) en muchos espacios del sudeste, no sólo los más acostumbrados, sino aquellos que son relativamente húmedos, la situación es especialmente grave. Los entornos surestinos más secos estructuralmente, los que dependen siempre de los abastecimientos externos para el agua potable y la de riego, están sufriendo menos esta sequía. No obstante, pequeños núcleos rurales de la cuenca del Serpis, como Tollos o Millena, donde no llegan a los 100 habitantes censados, pero que multiplican por dos o por tres su población y su consuno en verano, tienen secos sus acuíferos y dependen de cubas para su abastecimiento más primario. Eso, difícilmente pasará en los casi contiguos Alicante o Benidorm, con lluvias estructuralmente escasas y con consumos comparativamente altísimos, porque la red de abastecimientos externos, incluida la desalinización, funciona perfectamente. En estos entornos rurales del sector subhúmedo del sudeste, en la llamada Montaña de Alicante, no hay red, si te fallan las lluvias, tus campos no reciben riegos y tus montañas y fuentes se secan. Recuerdo ahora cuando en 2012, no hace tanto, la sequía pluviométrica afectaba sólo al sector ya habitualmente seco y los agricultores de regadío del sur de la provincia de Alicante se quejaban de que el pequeño pantano de Beniarrés, con sus 27 Hm3, definido como lavajo por algunos, y que nunca ha servido para regar o abastecer al territorio en el que se implantaba, estuviera lleno y «tirara» agua al mar, cuando ellos no podían regar o lo hacían a precios exorbitados. Me pregunto si ahora, con el embalse seco y con déficits de lluvia superiores al 50 %, nos «pasarán» algo de esa agua que les llega por muchos caminos o tendremos que seguir confiando en que llueva de una vez, la única fuente de agua de estas pequeñas cuencas interiores mediterráneas. Si el ejemplo les parece excesivamente local o provinciano, demasiado como para salir en medios nacionales, busquen ejemplos cercanos, los encontrarán.