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Vergüenza de verdad

Cultivemos el terror gótico: supongamos que la abstención de tapadillo de unos cuantos socialistas bien aconsejados (por los consejos de administración) le aportan a Mariano Rajoy la silicona necesaria para que no parezca lo que es: un burro viejo de la política, un cansino, un pelma. Y que lo vamos a tener otros cuatro años: sí, horrible, pero mírenlo por el lado bueno. Cada día que pasa, cae otra careta de las muchas que cubrían el rostro del capital desbragado y sin fronteras (Apple pagaba menos impuestos que sus señoras de la limpieza). El neoliberalismo no tiene nada de nuevo y menos aún de liberal, sólo es la proclamación del saqueo y la codicia como únicos pilares de la vida. El futuro se llama Corbyn y Sanders, que son dos viejos de verdad pero, en absoluto, cansados: la reconstrucción de la razón socialdemócrata, la única razón de estado respetable, en mi opinión.

Así como Francia combate sus pesadillas queriendo creer que el problema es el burkini (un problema inexistente, lo que si tiene que revisar es su política de docilidad con el Pentágono y de hostilidad hacia los árabes), asimismo parecen querernos colar que la mayor vergüenza serían unas terceras elecciones y, en efecto, no creo que fuera una salida edificante, pero es lo que ocurre cuando partidos viejos y nuevos, y el PP más que ningún otro, se dedican desde el primer día al postureo, al yo no te ajunto de las líneas rojas y a otras contorsiones narcisistas. Con tanto por hacer y aún nada hecho. Rodeados de privilegios, no sienten urgencias.

La vergüenza de verdad es que siga en el Gobierno un partido que es una organización criminal, el patrón de todos los forajidos y la madre de las redes de corrupción. Ese arácnido gigante criado en el sobaco de la España más rancia, administra el presupuesto, aunque parezca que sólo papa moscas, y eso, queridos, si es una infamia. Las terceras elecciones o el tripartito propuesto por el manifiesto de El País, tendrían la virtud de dar otra oportunidad de corrección al voto conservador. Y saber el número de amigos que tienen los ladrones en la ley. Luego no se quejen.

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