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La vuelta

El regreso de las vacaciones repaso los periódicos acumulados durante mi ausencia y descubro en estas páginas de Levante-EMV (17 y 18 de agosto) mi nombre en sendos artículos de Rafa Ventura-Meliá y Emili Piera, a través de varias alusiones que leo sorprendida y un tanto desconcertada. Al parecer, a Ventura-Meliá no le agradaba que le llame Rafa Ventura, sin la segunda parte de su apellido. Pues conste que es una especia de diminutivo afectuoso, que prolonga el de su propio nombre de pila. Siempre he sentido por Ventura-Meliá una ternura especial, que hasta me llevó a regalarle, hace bastantes años (pese a que soy reacia a socavar mi biblioteca) mi edición francesa de Bonjour tristesse , que él deseaba conseguir. En cuanto a Piera, confieso sin reservas mi admiración. Soy asidua lectora de sus columnas, apreciando la escritura ágil y luminosa, la inteligente agudeza con que profundiza en cada asunto, sin darse aires, y derramando su vibrante sentido del humor.

Agradezco a Rafa Ventura-Meliá que recuerde la entrevista primeriza que le hice en Radio Valencia tiempo atrás, y a la vez agradezco la que me hizo él en estas páginas cuando salí de la SER. Agradezco a Emili Piera su benevolencia y el noble calificativo que me aplica. Y agradecería a ambos en adelante que me mantengan al margen de sus contiendas personales, si es que lo son. Y que, por otra parte, no sé hasta que punto puedan merecer el interés de nuestros supuestos lectores. A quienes pido perdón por esta suerte de ménage à trois (blanco y trivial) a la luz pública.

Y ahora, a enfocar el nuevo curso, con el recuerdo aún reciente del largo paréntesis veraniego. Santander es una ciudad amable y polivalente, que al disfrute de la naturaleza protagonizada por el mar añade una buena oferta cultural. Entre conciertos espléndidos en el Palacio de festivales y apetecibles exposiciones, una muy singular a pie de calle, con gran cantidad de cubiertas de libros, escogidas entre las más de cuatro mil que realizó el gran Daniel Gil para las distintas colecciones de Alianza Editorial. Su director durante los 28 años que Gil trabajó en la empresa, el muy recordado Javier Pradera, afirmaba que las innovaciones de Gil «marcaron una línea divisoria en el paisaje del mundo editorial de nuestra área idiomática». Y según el diseñador: «En la actualidad el creador puede utilizar el libro como pretexto para crear una imagen plástica que propone así una reflexión sobre su contenido».

Ha sido un goce contemplar reunidas tantas cubiertas, muchas de ellas inolvidables, y muchas también de las que habitan en nuestras bibliotecas particulares. «Los mil rostros del libro» es un encuentro con los amigos silenciosamente elocuentes, acompañantes enriquecedores del camino diario. Ese que ahora reemprendemos con buen ánimo.

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