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Sorpresa

El mundo de la moda tiene bastante de teatral, en el sentido más epidérmico del término: su vertiente de ficción, aparato, representación. Las buenas modelos representan un personaje al caminar, firmes, bajo los focos o con sus poses estudiadas ante las cámaras. Pueden aparecer como «la chica de al lado», inocua y vulnerable, o la mujer incitante y sexy, o la altiva dama distinguida, o la rompedora vanguardista de extravagancia al límite. Esa cualidad camaleónica ha hecho que no pocas de esas figuras visibles de la moda emprendieran una carrera de actriz. Algunas estrellas de Hollywood fueron maniquís antes de llegar al cine; quizá el más alto ejemplo sea la inolvidable Lauren Bacall. Ella triunfó en la pantalla. Muchas otras lo probaron, con mejor o peor suerte. Por ejemplo, la sofisticada Capucine o la bella Laetitia Casta. A Twinggy, filiforme icono de los años 60, la llevó Ken Russell a una película musical, incluso protagonizó una serie de televisión. Una sola incursión en los rodajes, y desafortunada, fue la de Claudia Schiffer. Y actualmente, la muy cotizada Cara Delevigne aborda también su aventura peliculesca.

Aparte hay que considerar a Marisa Berenson, (nieta de Elsa Schiaparelli y bisnieta del renombrado crítico de arte Bernard Berenson) que fue lanzada a la moda por la totémica Diana Vreeland, y que ha hecho valer su faceta de actriz en grandes películas, como Muerte en Venecia o Cabaret. Otra herencia ilustre impregna la personalidad de Isabella Rossellini, que se ha desenvuelto no sólo como actriz, sino en otras actividades culturales. En España los casos más conocidos son los de Inés Sastre, que hizo cine dirigida por Werner Herzog si no recuerdo mal y, sobre todo, Teresa Gimpera, que pasó de la moda a los filmes más característicos de la llamada Escuela de Barcelona y llegó a ser tenida por musa de la gauche divine.

Pero la gran sorpresa para mí ha sido encontrar en una pantalla, este verano a Agyness Deyn. Aquella inglesa de largas piernas, rostro rectangular y mandíbula potente, a quien era habitual verla en las pasarelas internacionales, plenamente singularizada por sus rasgos y su físico andrógino. Fue «Modelo del Año» en 2007, varias veces portada de Vogue, contante en los desfiles de las grandes firmas: Armani, Gaultier, Saint- Laurent...Y ahora, la descubro este verano protagonista absoluta de la película de Terence Davies Sunset song, convertida en verdadera actriz. No en uno de los intentos frustrados de tantas de sus colegas, no.

En Agyness Deyn hay una auténtica actriz, capaz de expresar emociones, de hacer creíble a una campesina escocesa de hace un siglo, a través de una historia dulce-amarga en el pobre ambiente de una remota aldea. Me convenció totalmente el trabajo de la que antes era sólo atracción de pasarela. O sea que de la moda, de su escena más superficial, puede surgir esta revelación. Y, la verdad, me alegra que así sea.

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