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Protocolos

Los partidos de selecciones están bien si no tienes amigos, dinero o novia.

Por suerte, LaLiga volvió. Dijo Tebas en la previa que tenían preparado un protocolo para combatir el calor extremo. Lo que comentó luego, básicamente, el magnífico protocolo, era acercarse a la banda a beber agua. Vaya por Dios, no se nos hubiera ocurrido nunca.

La historia me recordó a aquel Festival Internacional de Benicàssim de hace unos años, nuestro querido FIB. Entre concierto y concierto, en las pantallas gigantes insertaban una serie de recomendaciones. «Bebed agua, protegeos del sol y practicad sexo seguro». Yo estaba con el colega Binotto, que primero leyó muy lento y después me miró muy serio: «Eso no son consejos, tío, eso sería un milagro».

Y qué quieren que les diga. A mí esta Liga aséptica que nos preparan Tebas y sus amigos, en la que hasta beber agua forme parte de un protocolo, no termina de convencerme. Gradas dóciles, aficionados virtuales, periodismo mutante en propaganda, accionistas que no molesten y saludos a Los Manolos, ese es el fútbol que nos tienen preparado. A finales de marzo, por ejemplo, la Comisión Antiviolencia dictó una serie de multas. Tirar petardos fuera del estadio salía más caro que drogarse o pegarse dentro. El despropósito alcanza los cánticos o los lemas de las pancartas, donde cada palabra se mide con exagerado celo, con la lupa tramposa de la literalidad descontextualizada.

Cuando el Castellón juega fuera de casa y me toca viajar, en la tumba de Tercera, no salgo sin echar un vistazo a Els pobles valencians parlen els uns dels altres, de Manuel Sanchis Guarner, indirecta Biblia del Infrafútbol. El libro recopila refranes, dichos, versos y canciones tradicionales. Como cabía esperar, de norte a sur y de este a oeste, muchos consisten en criticar a los del pueblo de enfrente. Y es que el fútbol no ha inventado todo eso, simplemente, como fenómeno de masas social e identitario, lo ha canalizado. El fútbol no sería lo que es, no movería en consecuencia el dinero que se reparten Tebas y los suyos, sin esa parte tribal e inevitable.

«La mayoría de los elementos del folclore geográfico valenciano burlesco, más que hijos del odio, han sido producto de la ironía», escribe Sanchis Guarner en la introducción. «Manifestaría una lamentable cortedad mental el lector que se sintiese deprimido al ver el gran contingente de muestras de antipatías recíprocas expresadas por nuestra gente. Cabe no olvidar que responden a sentimientos naturales en el hombre, y buena prueba de ello es que son universales y se ajustan siempre a los mismos principios y leyes antropológicas».

A Pepe le gusta recordar una pancarta ochentera en Elche: «Antes subirá el burro a la palmera que el Castellón a Primera». A Javi y a mí nos marcó el doble mensaje que saludó a los orelluts en Tarragona: «Nuestro pasado, romano; vuestro futuro, rumano». Que no gane la censura también el partido de la grada, que nos quedamos sin risas. Y sin risas, el fútbol es [casi] nada.

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