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Comer aparte

Debería decir algo sobre Rita Barberá, pero ustedes están super informados y mega opinados, exhaustos por la espera y aturdidos por el ´esclafit´. Entonces, ¿qué quieren que les diga? ¿Que se aferra al escaño como una jubilada al bolso en el que lleva la nómina? ¿Que el escaño que retiene no es suyo? ¿Que no representa ya a nadie, en su soledad, a pesar de que representa demasiado y que su figura está preñada de sentido negativo? Pues ya está dicho. Algunos, sin embargo, para defenderla, no niegan los hechos, sino que los banalizan: hablan de la «tontería» de los mil euros. Se trata, efectivamente, de una cagadita de mosca a la que rodea, eso sí, un inmenso estercolero del que desconocemos todavía los límites.

* Ya que estamos, y así dejo a Rita que ya estamos todos cansados de hacer leña, me gustaría centrarme en el argumento de la «tontería» con su corolario de que «existen cosas más importantes». En el caso que nos ocupa es tan cierto como que existen jueces, fiscales y bomberos perimetrando la magnitud de la catástrofe, pero, en otros casos, suele ser también un argumento usado por los inmovilistas: puesto que las cosas verdaderamente importantes son difíciles de abordar y las tonterías no deben ocuparnos, todo está bien como está. Un ejemplo y lo dejo: hace un tiempo los iconos con falda de los semáforos, ahora las mujeres de Playmobil. El machocentrismo excluyente, que no vive la invisibilidad ni padece sus consecuencias, considera esas «pequeñas» reivindicaciones y cambios una tontería. Pues no. Lo contrario (no hacer nada) es peor y no podemos permanecer irredentos mientras esperamos la llegada de «lo importante».

* Por cambiar de tema: lo de de las toallitas higiénicas es una guarrada, permítamne el oxímoron. El idiotismo es, sin embargo, una forma de pensar de los particulares: lleve yo el culo limpio y que salga la mierda en público por Antequera.

* Se veía venir. Los inmovilistas, aquellos que ya les vale con lo que hay o con lo que hubo, han estado recogiendo munición desde hace meses contra el conseller Marzà y contra todas y cada una de las medidas a mi parecer razonables que su departamento ha propuesto, cuando en realidad, me parece, las críticas vendrían mejor por lo que todavía no ha hecho. Hace tiempo, sin embargo, que se percibe una confluencia de voluntades, un ruido de motores en boxes, un tufo de contubernio, que quería estallar en el debate de política general, aunque Rita la traca les mojó la pólvora. Así, Marzà «es un radical y un separatista», según Bonig, o alguien que «trabaja al servicio del independentismo y del radicalismo», según Alexis Marí. Pues no: es mentira y, probablemente, una tontería en la que algunos tienen un fondo de inversión y una esperanza. Tampoco es cierto, como dice Cañizares, que «muchos separan a los niños de Jesús» porque no quieren enseñarles religión en las escuelas. Pero a Cañizares, como a la abeja reina, hay que echarle de comer aparte.

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